Fuiste el último hijo de un mundo extinto.
Desde niño tu escudo fue mi estandarte
y tu manto rojo el ilusorio abrigo
de papel y tinta que alzó mi baluarte.
Pequeño superhombre yo me sentía
cuando volaba por cielos irreales…
Cuando creía que nunca moriría
y sería inmutable a todos los males.
¡Oh, cuan perfecto y glorioso te veía!
Caballero andante que montando estrellas
trajo a este mundo su foránea ambrosía.
Gladiador estelar de mil epopeyas.
Al ir yo creciendo te fuiste alejando.
¡Cuántas veces soñé con tener tus dones!
Como tu piel, la vida me fue forzando
a acorazar de acero mis emociones.
Mi voluntad de poder fue devorada
por la gris docilidad del conformismo.
Y esa infantil rebeldía silenciada
me sumió en el más inhumano ostracismo.
Quise ser aquel superhombre utópico
del engarzado espejismo nietzscheano.
Idealismo que se durmió en el tópico
de mil fantasías de un sueño lejano.
Hice de mi soledad el frío castillo
hacia donde exilié mi alma transida.
Bajo un vago cielo de sol amarillo
he sido extranjero de mi propia vida.
Ruinas y auges de dos identidades
de lo que quise ser y nunca he podido.
Entre oscuras y radiantes libertades
como una piedra me he sentido partido.
Eres prototipo absoluto de hombre.
Mesías azul del ayer y del mañana
que se hizo a sí mismo creándose un nombre
dorado en el sueño de la especie humana.
- Autor: Heliconidas ( Offline)
- Publicado: 15 de septiembre de 2015 a las 20:53
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 185
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