Ella lavaba en el centro
para unos viejos ricos,
él la veía pasar
y soñaba un lindo idilio.
Ella caminaba coqueta,
pues sabía de su gracia,
él la quería hacer suya,
aunque hubiera una desgracia.
Ella cedió por la buena,
soñaba ser dueña de casa,
él le escribía poemas
de lo bello de su cuerpo,
de su pelo, de su cara.
Ella enamorada, rendida,
le ofrecía su buen lavar,
él, obrero de la harina,
le ofrendaba el mejor pan.
Ella le dio dos regalos,
para hacer una familia,
él los crió con justicia
y con la mano en la biblia.
Ella al tiempo se quejaba,
se fue enfermando de a poco,
él al sentir sus dolores,
se estaba volviendo loco.
Ella se quedó sin fuerzas,
al tiempo no pudo más,
él le juró amor eterno
y no olvidarla jamás.
Ella los ve desde el cielo
y los protege del mal,
el sueña volver a verla,
cuando llegué su final.
Él tiene el convencimiento
de que cuando de este mundo se vaya,
ella lo estará esperando,
tan hermosa como un hada.
Allá en el mismo cielo,
a los pies de la atalaya,
que es la entrada al paraíso,
donde Dios así lo quiso,
que con ella se reencontrara.
Comentarios3
conmovedor... saludos
radicalemte hermoso como sentido... BESOS
Mi estimado amigo, hermosas pinceladas que hablan de un amor eterno, que ni la distancia los separa. Te deseo una excelente noche llena de bendiciones.
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