La piel de tus ojos resbala sobre mi pecho cuando es invierno.
Y en verano tus besos a mi boca acuden;
pero en otoño me regalas el paisaje nostalgioso de la tarde,
y en invierno no conocemos frío sino las caricias nocturnas,
y tu cara ríe.
Y la lluvia es un espléndida cortina que nos hace correr
hasta encontrar la primavera.
Entonces esperamos la madrugada para ver los jardines
florecidos en el alba.
Es cuando me conmueve la sed de beberte los brazos peregrinos.
Y te das a mí con tu corazón secreto
y con tu alma donde las sombras fueron.
No hay confusión. Eres el lugar donde siempre quise estar.
Nosotros no moriremos porque la tierra es nuestra,
mora muy adentro.
Entonces cantas una canción antes extraña,
pero que ahora es clara:
habla del amor de los seres que llevan una estrella en la mano,
y en la otra, señalado, el sendero donde nadie dirá adiós,
porque sabemos que la amarga miel está lejos del rocío que nos cubre.
G.C.
Direc. Nac. del Derecho de autor
- Autor: GuillermoO (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de octubre de 2015 a las 19:31
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 41
- Usuarios favoritos de este poema: Alexandra L, errante
Comentarios2
Cuanta belleza en tu entrega, ternura, calidez, dulces versos, delicados y a la vez intensos. Un placer leerte.
Un cordial saludo, feliz tarde, Alex.
Alex
como siempre tus mensajes son maravillosamente buenos con respecto a lo que escribo.
Muchas gracias
Guillermo
¡Qué delicia de estaciones amorosas! Los poemas con este tono me entusiasman. Que sea éste un excelente domingo, querido Guillermo. Un abrazo.
Gracias, Melba; es un tono que quiere ser optimista, cosa que pocas veces logro en mis escritos... pero aca parece que sí.
Te agradezco mucho tuopinion.
Un abrazo
Guilleermo
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