En memoria de mi padre
Entre el olor de la tierra húmeda,
y el dolor de las flores marchitas,
se desplazan entre borrosas letras,
las almas en pena.
¿Cuántas habrá en este pedazo de cúpulas
y crucifijos ardientes?
Oigo el vaho maloliente de las cucarachas,
el estertor de huesos que chocan entre sí,
buscando la calma de las raídas ropas, que al fin son recogidos,
en la mezcolanza de cuerpos que un día,
la llenaron de vida.
No es menester de la tristeza,
proteger el camino del lúgubre recuerdo de capillas vacías,
si aun vagan en el espacio de esta tierra virgen,
las pisadas y el aliento de aquellas
que pugnan por alcanzar la paz eterna,
bajo la manta temblorosa
del perdón de Dios.
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