Le dijo un día la calandria
a su amigo el ruiseñor:
- Son como cristal agudo
las coplas que canto yo,
tú no pierdes el compás
y entonas mucho mejor.
Salta mi grito diáfano
con el primer resplandor
y despiertan para oírlo
todas las aves de Dios.
Tú, solitario, te escondes
y ensayas a media voz,
en lo más hondo del soto,
tu melodiosa canción,
que sólo escuchan las piedras
del arroyo soñador
y la noche estremecida
de aromas y de dolor.
Estaría bien que cantáramos
juntos la misma canción -.
Así le responde luego
al discurso el ruiseñor:
-No sabes cantar de noche,
de día, no quiero yo.
Nunca podremos cantar
juntos la misma canción.
Aunque nos queramos tanto,
estamos solos los dos-.
Escuchando estas razones,
llora de pena un pastor
que lleva por esos campos
malherido el corazón.
Ay, ay, mi corazoncito,
madre,
ay, ay, ay, mi corazón.
- Autor: Elena Casas ( Offline)
- Publicado: 20 de octubre de 2015 a las 16:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 205
- Usuarios favoritos de este poema: Myriam Estrella B, Lualpri
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