Todavía lo recuerdo,
vida mía,
aún porfía al olvido aquel momento,
como el dulce fuego que no amaina
en mis pupilas;
ardiente como ardía, ardiendo.
Ahí estabas,
aguardando en el subsuelo,
ahí, donde se agolpan en tumulto
la almas que descienden a vivir sin remedio.
Ahí estabas,
con tus cabellos fugitivos,
aburridos de tanto ser melena,
y con tu voz dormida en el umbral
de unos labios poderosos
que guardaban en su carne el porvenir
que me condena.
Ahí estabas, amor, ahí
con los ojitos perdidos,
diseminando el temor en un querer inocente
y preguntando a la gente si el sentir
se ha prohibido.
¿Y yo, dónde estaba?
Hasta tu encuentro no existía,
pero te vi, vida mía, te vi,
¿qué duda había?
y el sol parió el amanecer en mis mejillas.
Ahí estaba yo, culminando en tus brazos
mi eterna romería; ese andar sin
conocerte ni saber que en mi jardín
eras semilla,
pero te vi, vida mía, te vi y todo valía.
Me diste amor sin pretenderlo; un corazón,
¿no lo sabías?
Y hoy que todo es presente, mi vida,
¿dónde estamos?
Yo,
viviendo en la memoria de aquel día...todavía,
¿y tú?,
tú, quizá muy lejano.
- Autor: Diego Alonso (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de octubre de 2015 a las 00:19
- Comentario del autor sobre el poema: El primer encuentro siempre será el momento a cual acudiremos para saber y recordar que el amor nace en un instante, sin pretensión ni esmero, tan sólo las ansias del corazón de querer ser sincero.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 491
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