Olor a casa antigua de altos techos.
Cerradas celosías.
A cuero de las sillas de madera.
A anciana, que refuta mi derecho
de desorganizar las chucherías
que cubren cada mueble cual si fuera
ceniza que caía.
Olor a tía vieja,
a visita, a casa con liturgia,
a próceres e historia,
a sables corvos que alguna metalurgia
patricia forjó para la gloria.
A café de pocillo en la bandeja.
A vitrinas cerradas que reflejan
retazos de memoria.
¿Adónde estás ahora, Tía Amada?
Tus frágiles muranos, ¿dónde están?
¿Se los diste a tu abuelo, el Capitán
cuya sangre regó Cancha Rayada?
Ese aroma a lavanda
que asocio claramente a tu mirada,
tu mirada cansada,
y tus historias siempre renovadas
que siempre vuelven como nube blanda
los dieciochos de marzo. Seguirán
poblando mi memoria. Aquí están.
Aunque ya son recuerdo. Ya son nada.
- Autor: Julián Centeya (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 25 de octubre de 2015 a las 14:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 86
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