El Poder de las Caléndulas (Relato I)

¡Ha llegado octubre! Por fin mis paseos del campo se harán de nuevo una aventura. Ya se han esparcido las campanillas moradas, rosas y azules, las blancas llegarán mucho después. Esos eran los comentarios de aquella joven que desde su ventana veía el campo florecido. Casi todo el resto del año se la pasaba ayudando en la cocina de su madre y no tenía oportunidad de salir, pero cuando al calendario sólo le faltaban casi dos páginas para terminar su cometido en la pared, ella saltaba de alegría.

¿A qué se debía tanta felicidad? Acaso, los barriletes de colores que sus vecinos hacían volar, abrían su imaginación y pensaba subirse a uno de ellos para visitar pueblos extraños de los cuales solamente escuchaba el ritmo de sus tambores. Podría ser, el fresco aroma que llegaba con el viento del norte que la hacía soñar. Ella, desde muy niña había aprendido un arte y solamente podía ejercerlo al final del año. Era algo que la mantenía unida al recuerdo de su abuela, a la herencia de los suyos. No entendía por qué a otras personas esta época ponía tristes a otros cuando a ella las ráfagas frescas y un tanto locas le colmaban sus sentidos

Desde su mirador personal trataba de ver aquellos tallos largos, por qué no han crecido lo suficiente se preguntaba. Años anteriores podía verlos desde esa distancia. ¿Será que mis preciadas matas han desaparecido? Quizá sea muy temprano, y las semillas aún están dormidas o el suelo está demasiado anegado y por ello no han emergido, eran algunas respuestas que ella misma se daba para explicar la razón por la cual no veía las matas que ella tanto esperaba.

Un tanto triste se retiró de su punto de observación y se dirigió a su hamaca donde continuó pensando afligida lo que sus ojos no habían podido ver. Mañana, al salir el sol haría un primer recorrido por los alrededores para disipar la duda que le preocupaba y que por primera vez ensombrecía su feliz existencia.