La noche clavó su acero
en los verdes matorrales,
se opacaron los cristales
del atardecer viajero.
Desapareció el alero
tras la claridad escasa.
La brisa dejó su traza
inocente, solo queda
errabundo en la arboleda
el espectro de la casa.
La noche clavó su acero
en los verdes matorrales,
se opacaron los cristales
del atardecer viajero.
Desapareció el alero
tras la claridad escasa.
La brisa dejó su traza
inocente, solo queda
errabundo en la arboleda
el espectro de la casa.
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