Si se juzgara la Naturaleza a si misma,
como se juzga el alma viviente,
¿Qué diría de sus montes y cañadas,
de sus ríos y sus mares,
de su tierra y de su cielo?
¿Amaría sus cascadas,
sus lugares de candente lava,
o de congelante hielo?
¿Y si ella pudiera escoger,
desearía tan solo en su haber,
lluvia y sol como nutrientes,
y no agua, en caóticas corrientes,
que se lleven todo al paso?
¿O aborrecería la sequía,
que acompaña a un sol ardiente?
Si se viera ella atribulada...
¿Diría acaso que no quiere sentir,
terremotos, ni huracanes,
ni un mar embravecido,
ni desastres naturales,
porque estos no ha pedido?
¿Pediría que solo se le enviasen,
tan solo días y noches tranquilas,
que escuchase sus arroyos cantar,
y que flores y frutos puedan brillar,
con la luz de una mañana bendecida,
que ella tan solo deba desear?
¿Y pediría que sus animales,
ya no se comportaran como tales,
solo porque a su conciencia le pesa,
que haya un depredaor y una presa?
¡Oh Naturaleza que sabia eres
al no juzgarte, inclemente,
como se juzga el alma a ella misma!
¡Qué sabia eres al amarte,
tal cual eres,
descubriendo tu identidad,
atravesando tu condición!
¡Y que obediencia tú profesas,
a la voluntad de tu Creador!
¡Aunque acciones, tú reposas,
en las manos del Señor!
- Autor: antoninomilla ( Offline)
- Publicado: 3 de noviembre de 2015 a las 18:05
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 46
- Usuarios favoritos de este poema: antoninomilla
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