. . . .Duermo placido como si nada hubiera sucedido, no llovió, no hubo truenos producidos por los relámpagos, solo una luna menguante se despide en lontananza, se desvanece la noche como lumbre agónica de una hoguera que al morir le da vida a un nuevo día con la aparición del astro sol saludando este apacible domingo...
Era un día normal, igual: casi igual a cualquier otro día de semana, con la diferencia de que este era sábado, estaba en la silla de la oficina consumando el trabajo de la rutina de ese día, de vez en cuando observaba hacia la calle a través de la ventana, no llovía pero estaba gris el firmamento que entre ratos dejaba penetrar sus arreboles como rayos que ingresaban como cuchilladas por entre las persianas que habrìan entre la nubes como anunciando la despedida de esa tarde plomiza y fría, otras veces escudriñaba a mis secretarias y empleadas que me despertaban la morbosidad al observar sus inmaculadas piernas cubiertas por la seda de sus medias traslúcidas sintiéndome el lobo hambriento tratando de devorar a esas caperucitas que de rojas no tenían nada dado que sus uniformes eran de un azul púrpura como una tarde de espléndido verano.
Pero la rutina de mi trabajo era perturbada no por esas caperucitas sino por una oveja con piel de loba que arañaba incesantemente mi pensamiento sin dejarme concentrar en mi rutina habitual, al término de la tarde ya pasadas las seis, sintiéndome abrazado por la desesperación y el deseo me revuelvo en el fango de mis tribulaciones, no controlo mi impulso de salir corriendo escaleras abajo y me dirijo al parqueadero, ingreso al sedán rojo último modelo y conduzco como autómata hasta unas diez o doce cuadras de mi sitio de trabajo, lo dejo estacionado a un lado de la calle y me preparo para ir a mi encuentro con el destino, sin saber lo que me depara ese anochecer de abril.
Devoro calles deambulando como zombi sediento de su sangre y su carne en mi pretensión de verla venir hacia mí, es la hora de la salida de su turno de trabajo, no la hallo, pero sigo auscultando todos los recovecos de ese intrincado laberinto de calles atestadas de gentes que como yo buscan algo entre la multitud, pero mi desesperación me dice: que en algún lugar la encontraré. Un presentimiento me hace pensar que me observa, pero esta noche no me desea, trato de olfatear su presencia pensando que desde algún punto me escudriña como pantera tratando de emboscar a su presa para satisfacer su apetito, pero, esta vez como que no tiene hambre, o no le apetezco.
En medio de mi ansiedad me detengo en cualquier sitio y entro en disquisición, ¿que soy?: ¿víctima o victimario? Por momentos me siento como jaguar desesperado he implacable olfateando a ciegas el olor de mi esquiva gacela en la cacería de esta flagrante noche en que ella como carnada escurridiza y audaz me esquiva y me confunde cual depredador desorientado en la cima alimentaria, pero también me la imagino convertida en una fiera en celo al acecho, tendiendo su emboscada para caer certera sobre su víctima y dar la dentellada mortal en la yugular poniéndole fin al ayuno que consume sus ansias hacia su macho cabrío, continúo por los atajos de esta intrincada selva de cemento que me enloquece ante la ausencia de su descontrolada pasión en la intimidad de esta noche en que me siento semental derrotado.
Por momentos recuerdo y extraño el misterio que encierran los pliegues sonrojados y húmedos de su piel rozando mis labios para extasiarme con sus efluvios vaginales, respiro fuerte y tomo una bocanada de aire para oxigenar mis apagados pulmones y continuar en la cacería del fantasma que atrapa mis deseos, la recuerdo un segundo antes de descender a las fosas de sus cavernas de encantos terrenales resbalándome por el río de sus fluidos corporales para discernir si es mi mente la que controla mis impulsos mentales o es el hambre de mi capacidad masculina la que gobierna mis estímulos físicos que es donde convergen todos mis instintos de hambriento cazador en el sublime arte de aparearse
Me acorrala la agonía de su ausencia, discurre mi vida esta noche abrigado entre olores que escapan de restaurantes baratos y la pestilencia de hedores reverberando por las alcantarillas destapadas he iluminadas por los avisos de neón de esta selva misteriosa, para disipar mi ansiedad recuerdo sus besos cual reseña histórica de olores perfumados flotando en la intimidad de una noche cálida y silenciosa al amparo de cuatro paredes cómplices de nuestras exacerbaciones eróticas, mientras camino por un mundo atiborrado de locos que como yo, transitan en contravía de sus pensamientos atropellando todo lo que encuentran a su paso creyendo al igual que yo si nos toca preguntar por dónde nos tocaba seguir.
Imagino su presencia seduciéndome en un paraíso donde flotamos entre nubes de algodón y seductoras fragancias entretejidas por la fresca brisa que acaricia su cuerpo de diosa mientras al fondo interminables y turbulentas aguas se despeñan entre rocas de granito en bruto para continuar su paso acelerado hacia una laguna de diáfanas y cristalinas aguas que forman un espejo traslucido donde nos reflejamos suspendidos de la nada como queriendo caer en esas gélidas aguas para romper ese hechizo indescifrable que en este mágico momento nos une para dar tranquilidad a mi pretensión de encontrarla.
Avanza la penumbra para ser devorada por la noche que se ilumina con faroles que disipan la luz de una luna que por momentos se asoma tímida entre las nubes que la acompañan y cobijan en esta noche fría, a esta hora ya la siento como otro más de los fantasma que me asaltan y ensombrecen mis deseos como los de otra luna ensombrecida por los nubarrones de mi inseguridad, siento el vacío de mi soledad, me siento miserable sin su presencia, pero no me doy por vencido, regreso a mi auto y tomo el teléfono, marco su número, una, dos tres he infinitas y tantas veces cuantas fuera necesario, se descarga la batería de este sin recibir contestación, siento que se agota mi último recurso, enciendo y conduzco el auto lentamente con la esperanza de encontrarla o de que ella me encuentre a mí, giro por la próxima calle hacia la izquierda, luego hacia la derecha, por momentos intento darme por vencido, pero no está en mis planes regresar a mi destino sin ella.
Siento que la soledad me seduce, ¿será mi castigo soñar con ese amor que me quema hasta las entrañas? Me siento desfallecer, siento que mi tenacidad de encontrarla me está abandonando, no creo que ya haya llegado ese momento pero siento que moriré si no la encuentro, pero que quede claro y que todo el mundo sepa que no he muerto todavía, no es el momento, la he convertido en mi obsesión, pero no moriré sin antes encontrarla, no está en mis planes el fracaso, porque para mí sería eso, ¿claudicar sin encontrarla? No está en mi mente reunirme con ella después de la vida, porque se cruzó en mi camino hasta que la muerte nos separe y ese momento, siento que no ha llegado aún.
Duermo placido como si nada hubiera sucedido, no llovió, no hubo truenos producidos por los relámpagos, solo una luna menguante se despide en lontananza, se desvanece la noche como lumbre agónica de una hoguera que al morir le da vida a un nuevo día con la aparición del astro sol saludando este apacible domingo que apenas comienza, en mi imaginación pernocta el vago recuerdo de algo que no se si experimenté en esta noche con tragos incluidos y que aun no comprendo si fue un sueño o una horrible realidad.
- Autor: juan sarmiento buelvas ( Offline)
- Publicado: 4 de noviembre de 2015 a las 23:55
- Categoría: Fantástico
- Lecturas: 27
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