Buena noche, señorita.
Dígame usted. Responda a mi duda.
¿Qué es lo que tiene su voz, su sonrisa y sus manos qué me enloquecen?
Yo la quiero demasiado, y es imposible no verla a los ojos sin tirar un suspiro.
No sé qué es lo que nos deparé la vida, no sé con seguridad si usted estará a lado mío,
pero muero porque así sea.
Ahora que estoy aquí, a leguas de usted, ahora que me es necesaria su fragancia
y el suave beso de sus labios, justo ahora señorita se me oprime el pecho.
Yo tengo una rara manía, una estúpida costumbre de ir por la vida con unos “ojos alegres”
así, como usted dice; pero la verdad es que usted me ha atado con ese lazo invisible
que no sé cuándo se romperá.
Sólo quiero quererla y dejarme querer.
Porque me basta su sonrisa y un breve quejido de inconformidad para alegrar o entristecer mis días.
Aquí me tiene usted tan libre y tan prisionera.
Ahora soy la rama que depende de su árbol, pero que algún día habrá de secarse.
Tome usted sus palabras, ate usted sus besos y sus caricias,
porque no hay lugar al que le vayan mejor que a mi cuerpo y a mi boca.
Me despido no sin antes recordarle que tengo la dulce mirada suya en mi memoria
y la delicadeza de sus manos en mis manos.
Pd.
“Deje usted de meterse en mis sueños, de robarse mis sonrisas
y de escribirme una vida donde existen tantos colores.
- Autor: Marner (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 6 de noviembre de 2015 a las 02:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 144
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