Y nada vuelve, excepto ella.

Nicolás Rangel.

Me besa,
lo hace fuerte,
después muerde
y se lleva un pedazo de mi vida.

 

Es linda,
quizá le faltan ojos,
son pequeños
pero me dicen tanto,
aún más que toda esta jodida ciudad.

 

-"Has tardado tanto"
lo dice, sonríe
y le llueven luces por las pupilas.

 

Imagino,
que habla de su vida
y es que siempre me distraigo en el camino
y pierdo toda la poesía,
en algún jardín
o en algún pasillo
huérfano de nuestros cuerpos
buscando alguna metáfora,
quizá la más bella
para adornar su cuerpo.

 

Siempre la puntualidad
se traga mis pasos
y hace algún tiempo
tropecé con unos cabellos
color atardecer
y perdí dirección,
a su existencia,
a su amor.

 

Olvidé su aroma
y cegado
intenté perseguir un sueño
uno con ojos realmente enormes
y boca color carmín.

 

Lo soñé,
aún con la certidumbre de ser imposible.

 

La soledad,
fue resultado de aquella aventura.

 

Se ha hecho costumbre estar solo
y que todo lo que más quiero,
aunque sea con mis entrañas,
tenga que irse.

 

Y nada vuelve,
excepto ella
que siempre se mece en la luna
y duerme abrigada con mis palabras.

 

Ella,
que me besa y reclama mi tardanza
junto con aquellas caricias
que pensando en otras
jamás le dí.

 

-"Pudimos ser tan felices"-
entrecorta su voz
y golpea fuerte,
ahí,
donde todos tienen un corazón
menos yo.

 

La beso,
mientras el viento
se encarga de sus cabellos.

 

Los desordena
y le planta estrellas en cada hebra,
en cada mechón
que resbale
atrevidamente por sus mejillas.

 

La quiero,
aunque su perfume
sea a mujer de otro,
aunque lama mis cicatrices
y abra cada una de ellas.

 

La quiero,
aunque después de todo se marche.

 

Porque siempre es así,
porque alguien que supo llegar a tiempo
la espera en algún hogar de blancas persianas
para cumplir con todas las promesas
que solo bajo las sábanas se hacen realidad.

 

Por que aunque de lo perdido
nada a mi vida vuelve,
ella si.

 

-"Tonto, tardaste tanto"-
y su voz
como un eco eterno
hace nido en mis oídos.

 

Y la poesía deja de importar,
mientras nuestra desnudez
nos hace presos del amor.

 

Alguien la espera
en algún lugar que no conozco
y así esta bien.

 

Lo sé,
por que tuerce sus labios
y pide que cierre mis ojos
y yo,
se que al abrirlos
no estará más.

 

Es mágica,
por eso duele tanto tenerla cerca
y tener que parpadear.

 

Y se marcha,
haciendo música con sus tacones
en cada uno de los escalones
que huyen de mi fracaso.

 

Se marcha,
pero se queda su aroma
y una tristeza inmensa
que amenaza con ocupar
el vacío de mi cama.

 

Y yo,
tumbado de espaldas sobre el sofá,
he clavado mis ojos a un techo que prometía un rocío
y he mordido mi lengua
asesinando a toda una multitud de versos
que habían secuestrado mi garganta
y he comenzado a escribir un poema,
uno para ella
aunque esta noche,
la humedad y la composición
mojen mis recuerdos
y mi olvido.

 

 

 

©NicolásRangel/Reservados todos los derechos. Nov.2015.

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