Hoy elevo mi voz a los altares
para quien quiera escuchar, me quiera oir,
desde aquí a más allende de los mares,
hayedos, en los montes de pinares,
del trópico subiendo a los glaciares,
donde un grito se pueda percibir.
Y al cielo clamo y en él al dios de todos,
creyentes, los agnósticos o ateos,
abstemios e irredentos, los beodos
que adoran o remozan en los lodos,
dan amor o sacando van los codos,
los que portan su foto en camafeos.
Que creen en la suerte y el mal fario,
que niegan el saludo o dar las manos,
de un pais, una ciudad, un pueblo, un barrio,
inmersos entre un duelo o en un calvario,
sabios, sin conocer abecedario,
y en concreto que dicen ser humanos.
Yo doy aquí mis versos por un hombre
íntegro, transparente, sin complejos,
que actúe como un niño y que se asombre,
que sabe respetar los que son viejos,
escuchan de mayores sus consejos,
y más que superhombre es gentilhombre.
©donaciano bueno
- Autor: donbuendon (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 20 de enero de 2016 a las 03:39
- Comentario del autor sobre el poema: A ese hombre, si es qe aún queda alguno o es que alguna vez existió.
- Categoría: Sociopolítico
- Lecturas: 22
- Usuarios favoritos de este poema: Pepe Pnca
Comentarios1
Me gusta tu poema.
Aun entendiendo que un hombre nunca es un niño; aunque tu ejemplo sea metafórico a decir verdad natural; no se si los hombres siempre han sido así, o ahora esta todo mas corrompido.
De cualquier forma, tal título al servicio del Rey, no es comparable a los segundones en política, estos van a su avío, y aquel al de su Monarca; ¡creo yo!, que creo en pocas cosas . Un abrazo Donaciano
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