Era una misericordiosa tarde
esas tardes que huelen a piedad
y donde la vida triste no duele...
alguien llamó detrás de mi dolor:
es mi madre, bisbiseando a mares;
y llora, se entristece hasta secar
Las tardes latitudinales mías
es mi madre tocándome los gestos
y tocándome hasta el corazón...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
Aproxímase, prontamente, audaz,
y al entrarse en mis ojos se quebranta
de madre y, llora madre hasta dos veces,
ensanchando suspiros tan profundos...!
Como tú; que no hay mortandad que pueda
vencerte, como tú, que rompes los
destinos con tu escrúpulo dinástico
Viuda es, viuda del tiempo que dejóla
entre sus meridianos anacrónica...
y es madre de mis ansias peregrinas
que ondea desde el cénit al nadir...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
Y por eso los soles te persiguen
flotando de onda en onda, hasta un millón
de ensangrentados soles de centurias...
¿Hasta dónde me alcanzará la vida?
Y ser de ti, tan sólo tuyo, tuyo...
del cayado que pende entre la tierra
y tu mano se arriman los vïentos
del aquilón, carbúncula y suntuosa...
¡Ay madre...!
¡ay hijo...!
¡ay Espirítu Santo...!
Derechos reservados de autor
David John Morales Arriola
- Autor: John Morales (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de noviembre de 2015 a las 08:27
- Comentario del autor sobre el poema: Unos versos endecasílabos, trisílabos y heptasílabos; para mi madre, la mujer de manos santas y pies apacibles... ay madre, que triste soy... Esa dulce aurora que brilla siempre a pesar de los años...
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 34
- Usuarios favoritos de este poema: kavanarudén, Cirratus, Maria Hodunok., David Arthur
Comentarios3
Tierno, profundo, sentido.
Un sentido y puro homenaje al cual, con tu permiso, me sumo amigo y poeta querido.
Ese ser maravilloso que nos dio la vida. Honor a quien honor merece.
Un gusto leerte.
Kavi
Transcribo los mismo que te dice mi hermano Kavi, de modo que no añado más, con el permiso de mi amigo.
Abrazos
Carlos
SUBLIMES tus versos para tu santa madre.
Que amor tan grande le profesás y que bién lo escribís, maestro.
Admiro a esa mujer, que enseñó a su hijo, esos inmensos sentimientos, que nos muestra tu alma.
Cariños inmensos, mi querido John.
“Que rompes los destinos” bonito encabalgamiento para dos buenos versos donde sobresale la maestría sobre esa tristeza que le has querido impregnar. Abrazote amigo,
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