Des-habitantes
En mi ciudad de manchas y tinieblas
el ciego porvenir va en nuestras manos,
a pasos tambaleantes, a suspiros
y con el viejo sol condecorando su sonrisa.
En mi ciudad, sin guerra y con guerreros
que todo se lo roban y acaparan,
hay tanta soledad que ni los muros
la esconden de los ágiles ladrones.
Hay hijos con escuelas que no enseñan
sino el curso del río que se estanca,
que nunca llega al mar de las razones,
que sólo va y arroja las piedras repetidas
que arrastras ya por siglos entre zapatos rotos.
En mi ciudad hay árboles que creen
que ser de acero y vidrio los defiende,
que ser de alambre y fierro los cultiva,
que no tener raíces los convierte cualquier día
en aves celestiales en pos de la carroña.
No ven que se derrumban cada noche,
que en el más alto piso huele a sangre
y que no hay ascensores para el hombre
que con su vida riega las torres que no habita,
pero que con sudor de su miseria ya levanta.
En mi ciudad hay muertos que dirigen
la vida como si vivos no hubiera,
como si palpitar sólo fuera ir al trabajo
y en todo obedecer a los guardianes de un mal turno,
no hay nadie que le seque al viejo el llanto,
no hay nadie que le ceda el asiento en esos buses
ni que le de limosna cuando su mano estira
en la alcaldía, en hospitales, en el borde de los bares luminosos.
Luego un cuchillo asalta al transeúnte,
un auto es incendiado en plena tarde,
un chico es expulsado del colegio por besarse
con otro chico que después ha de negar que lo hizo,
golpeando homosexuales o vendiendo hojas de biblia.
En mi ciudad la fe es un viejo triste que alimenta
las palomas en plazas que no existen, que alguien
erradicó para fundar un condominio
o una tienda gigante de puertas aceradas,
no hay nadie en el gentío que recuerde esas palomas,
no hay nadie en el tumulto que viaje a ese pasado
en que la paz vivía en los escaños de algún parque
y los amantes podían sonreír en plena calle.
Hoy se juntan en moteles atestados,
hoy se casan en iglesias sin devotos
y corren a forjar hogares que pronto
disuelven porque es fácil olvidar que en los errores
no sólo los que erraron pagarán las consecuencias.
En mi ciudad, como se ve, ya poco queda,
porque el ladrillo con que ayer la levantaron mis ancestros
es sólo piedra gris sin novedad en el tumulto,
es sólo una pared que más parece cementerio
y bajo la que duermen sin final aquellos sueños
que una vez tomamos todos por la casa
en que el amor se volcaría a nuestras calles
y el hombre a saludar cada mañana al horizonte.
http://fuerteyfeliz.bligoo.cl/
20 11 15
- Autor: Óscar Pérez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 20 de noviembre de 2015 a las 09:00
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 29
Comentarios1
Realidades y triztezas en tu poema Amigo Oscar una descripcion de nuestra humanidad latente y agonizante.
A mantener la vista en alto, compañero, que sólo así llenaremos de nuevas miradas los tiempos que se acercan.-
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