Registros para un buen futuro

Registros para un buen futuro

Con cuanta libertad el hombre ríe,

entra, sobresalta, junta musgos,

encomia a los pastores de la estrella,

recalca en alta mar su voz salina.

Con cuanta voluntad vuelve del cielo,

regala su esternón, alza las noches

para, tras de su piel y bajo las estrellas,

un nuevo sitio hallar para nosotros, sus vecinos.

Con cuanta eternidad se ha detenido en esta esfera,

la pule, la asesina, puebla su ojo de leyendas

y en cada amanecer la echa a rodar entre sus huesos

y en cada despertar recuerda apenas que es su hijo.

Es toda la verdad lo que pretende,

es toda la humedad la que combate,

no quiere sino sol para los cuatro cardinales,

no quiere sino paz para el que vence y el vencido,

y, para el espectador, una lección de cuánto duele,

de cuánto hay que pagar cuando vivimos separados.

Con esa precisión lo veo ya que se levanta,

que hacia mi ofrece su mano, que administra

su nombre en cada árbol, en las calles solitarias

y en todos los portales en que se abre a la esperanza.

Con cuánta precisión me sumo a diario a sus tareas,

es todo, lo demás, cerrar el libro y alzar vuelo,

es todo, lo demás, echar al surco las semillas,

es todo y es por ti, que también sabes de tu sitio

y que también eres aquel que aquí describo y que levanto.

Vayamos a sembrar, no hay más tareas

que cuidar la tierra, que abrazarla como a un niño,

alegre a un lado voy de todos los que lo hacen

y de quien, igual que yo le canta y duerme enamorado.

La misma tierra va contenta de hijos tan celestes

y en cada tarde azul su mesa extiende por nosotros.

Saludo al que vendrá, después de que el mundo esté unido,

no hay dudas de que en él no quedará sino seguir con tanta hazaña.

Porque esa es la bondad del que se sabe en todo digno,

mi luz les dejo aquí, mientras florece

en honra y claridad cada mañana que registro.

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