Mística de Buenos Aires

El trajín despiadado de tus calles.
El congestionado jacarandá,
con su violáceo trecho, dejará
en primavera su lívido entalle.
Quinquela y su arcoíris alumbrará
tu arrabal con sus pródigos detalles.

Reina de mi obsesión y mi desvelo.
Con melancolía de cafetín,
nostálgicamente abrazo el confín
de mis sueños, bajo el plateado cielo.
Andando en tu empedrado danzarín,
tu luna y tu farol son mi señuelo.

No busco tu tango dolarizado
y artificioso. Más bien el umbral
secreto de esa identidad ancestral
que talla tu bronce divinizado.
¡Eres tan feroz y monumental…!
Como un hermético monstruo soñado.

Cuando siento el abrazo de una pena,
la voz de tu místico bandoneón,
como aroma de un rosado malvón
me llena de una conmoción serena
que sana y alumbra mi corazón,
como cadena que desencadena.

En el porteñismo heróico del tango
eres hipnótica fascinación  
del forastero que ama tu canción.
Adoración y hechizo. Gloria y fango
que danzan con misteriosa emoción
tus musas y adalides de rango.

Cuando surco tus entrañas, ramales
espectrales de un cósmico portal,
se me hace imaginarte catedral
de un transmundo utópico de cristales
empañados con lunas de arrabal
y un sol de libertangos otoñales.

Como una Medusa del Bajofondo
petrificas con tus ojos la piel
alucinada de un vasto troquel
de abrazos que baila tu transfondo
de jergas en tu obelisco de Babel.
Nostalgia que se cala en lo más hondo.

Al filo del sur, tu gris empedrado
y un balcón afrancesado al confín.
Tu pálida doncella de arlequín
que espera a su doncel enamorado,
llorando lágrimas negras de hollín.
Soledad de un presente tan pasado.

Ciudad arquetípica de mi tristeza,
con sus sombras doloridas de andén.
Mahanaim y Pandemonium. Edén
y averno de horrorizante belleza.
Tus nocturnos espectros de satén
sobrevuelan mi tango y mi cabeza.