El cura don Perfecto
surtía tal efecto,
que compartía amores por doquier.
Gastando con solvencia,
su incalculable herencia,
entre reyes y ministros era más que cualquier.
Jamás hizo una dieta,
y su cuerpo de atleta
mostraba con diseño su altura y estrechez.
No se conoce insecto,
que picara a don Perfecto,
ni en sus largas pensadas jugando al ajedrez.
Pero él, que triste estaba él...
Fiel discípulo de San Manuel.
Bueno y mártir en el gran coliseo
de las noches engullidoras, de los aciagos ateos.
Sabiendo de su suerte,
él teme que la muerte
le llegue rebasada la cresta de los cien.
Que el dolor en don Perfecto
se hace pluscuamperfecto,
día a día cuando esquiva su camino hacia Belén.
Pero él, que triste estaba él...
Fiel discípulo de San Manuel.
Bueno y mártir en el gran coliseo
de la noches engullidoras, de los aciago ateos.
Donde aflora su grito desesperado:
“Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado”.
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Autor:
Pacorro (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 24 de diciembre de 2015 a las 17:03
- Comentario del autor sobre el poema: Una canción para un gran libro. Pronto la publicaré con sonido; después de Reyes.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 313
Offline)
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