Muy cerquita de la Navidad
salí como todos los años a visitar
la Residencia de la Tercera Edad
cargada de afecto que brindar.
Al llegar contemplé con alegría
el ambiente que allí se vivía,
pues los abuelos muy ufanos
el pino navideño iban adornando.
Farolillos, luces, guirnaldas
colgaban de sus verdes ramas
y hasta una Virgen Inmaculada
confeccionada por una anciana.
Todos cantaban al unísono
canciones añejas y villancicos
¡con el mismo entusiasmo
que si fueran niños.
De pronto vi aislada en un rincón
una abuela en su toca arrebujada
mirando al grupo sin prestar atención
con las manos juntas y fija la mirada.
Me acerqué a ella con cierta reticencia
y al verme llegar entristecida me decía:
¡Ésta, señora, no es la Navidad!,
¡la de mi casa y mi familia!,
la que me daba felicidad!
Ya nunca más cantaré Villancicos
porque me olvidaron mis hijos,
solamente me acompaña Dios
hasta el día que diga adiós.
Me quedé sin aliento, muda de estupor
y desde muy adentro hablé con Dios:
Vuelve hacia ella tus ojos de amor
y... ¡Perdónanos Señor!
Fina
- Autor: Fina (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 5 de enero de 2016 a las 18:21
- Comentario del autor sobre el poema: Buenas noches a todos: Sí, esta otra Navidad existe y mucho por desgracia. Los abuelos, cuanto menos, están hambrientos de del amor de los suyos, de relación, de ser escuchados... Cuando me ven llegar, su cara se transforma de felicidad y mi corazón se alegra infinito al notar su contento. Me dan el ciento por uno con su afecto, os lo aseguro. Un abrazo.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 74
- Usuarios favoritos de este poema: pani, Peregrina
Comentarios1
Ufff! Cuán real y estrujante verdad, la del abandono...
Muy conmovedora poesía...
Un gusto pasar a leerte Fina, ...
Te deseo un felíz 2016.
Saludos amistosos de
Peregrina
Buenos días querida Poetisa: Mi poema solamente expresa el principio de una realidad durísima que se palpa nada más pisar cualquier Residencia... A veces pienso que debería haber una Ley que terminara con semejante situación y obligara a los hijos a cumplir con su obligación. Un abuelo es un tesoro en experiencia y sabiduría y nuestro deber moral es atenderlos, si se puede, hasta el final de sus días.
Gracias Peregrina por tu bello comentario.
Un abrazo.
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