La noche es eterna mientras miro el reflejo de las estrellas, y entre ellas tus pupilas se asoman. Lo que me recuerda que ellas están tan tristes como yo.
El cenit obscuro a diario me susurra al oído que debo dejar de escucharnos, de escucharte, pero me es imposible teniéndote siempre retumbando en mis oídos.
Y cuando la lluvia golpea mi cara decido llorar tu ausencia que taladra mi corazón idiota, que me hace reconocer que debo dejar de quererte de a poquito.
Siempre que duermo me basta con no soñar, para poder borrarte un poco del pensamiento recurrente de tu imagen. Buscando la nada, dejando a la soledad como mi aliada.
Hasta que amanece y debo levantar la mirada esperando no extrañarte, pellizcando cada una de las ideas para que tu nombre no salga de mi boca.
Apuñalando cada latido que se dirige cuando te veo a lo lejos y nuestras miradas cruzan, mi corazón se estruja de la manera más cruel, aniquilándose aún más cuando estás cerca, porque es cuando estás más lejos que nunca.
Quisiera no poder extrañarte de esta manera, extrañarte, por ejemplo cada minuto en que la sangre mi cuerpo se diluye esperando sentir el calor de tus manos ardientes, bombeando de manera asimétrica por el fragmento de tu amor ausente en cada uno de mis rincones precarios de un futuro incierto.
- Autor: frehyaa ( Offline)
- Publicado: 11 de enero de 2016 a las 13:40
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 72
- Usuarios favoritos de este poema: Abner Ramirez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.