Él vivía con riendas invisibles que ella guiaba en función de sus caprichos. También había vendado sus ojos. Manejaba las circunstancias con garras de relámpago. Se había convertido en otra mujer. Desconocida. Obraba contra él con malicia.
Su animosidad, cada vez más desaforada y resentida contaminó el entorno, el mundo. Sus ojos se tornaron más oscuros que el azabache con un brillo siniestro. Y fue mutando su esencia hasta llegar a agravios inauditos ¿Habría bebido cicuta? Algo la había convertido en una cobra filipina…
Ayer no le di opción. Develó su dolor. Se había enterado que él había probado el sabor de la fruta fresca. La noticia encendió una antorcha dispuesta a arrasar sin miramientos.
Y en el límite, el Soplo del Abismo irrumpió como un viento a favor que los expulsó a ambos del Infierno, arrojándolos a órbitas desconocidas donde tal vez pautaron Tregua.
- Autor: Meri (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de enero de 2016 a las 01:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 167
- Usuarios favoritos de este poema: kavanarudén
Comentarios1
Cuánto puede influir una persona sobre otra. Pero todo tiene su límite en esta vida.
Un gusto leerte.
K
Increíble a qué extremos se puede llegar...
Cariños, Kavi, buen viernes.
Meri.-
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