Mis ojos se entrecierran de cansancio y la respiración es placida, lenta, Es casi un susurro en una tormenta, como una aguja en un pajar, como un árbol caer en el bosque. Te miran desde ángulos prohibidos, insospechados, privados, desde donde nadie más puede ver, desde donde divisan lo que ocultas, saben tus secretos, observan tus pretextos y disfrutan tu cintura, tu mirada, tus curvas pronunciadas, tu belleza salvaje, tu coqueta sonrisa, que curva tus labios de forma callada, en cómo ven tu mejilla izquierda, esa mejilla sonrojada, tus ojos espiar, tu cabello caer, el lento sube y baja de tus pechos al respirar.
Mi tacto esta demente, excitado, abrumado, es tanto lo que desea sentir, lo que no logra asimilar, lo que desearía conservar lo que no logra contener. Mi dedo juguetea en tu pierna queriendo indagar más allá de lo visible, tu piel me estremece, con cada toque, con tus caricias, con mis besos a tu cuello que parecen no acabar, mi brazo te rodea y la mano sigue inquieta, convencida de volverse exploradora y bailarina cual mariposa en flor, cual ladrón a la riqueza. Y lentamente se acerca a tu trampa hipnotizada y sube lentamente y con firmeza.
Logro escucharte ahí frente mío, oigo tus palabras, la televisión, el ensueño que incoherente me confunde entre la realidad y la ficción, el abanico, las sábanas al moverse, el placentero sonido de tus manos acariciar mi brazo, tu sonrisa, como disfruto oír tu sonrisa en estos momentos que nada puede distraerme. Eres hipnótica, sublime, infame, divina, mortal, deseable, amorosa y autentica. Víctima terrible de tu encanto, me concentro en tus sonidos, en el ambiente y me pierdo.
Me embriaga tu olor, ese dulce aroma que penetra mi alma y me embrutece el cerebro. Esconde mis miedos y despierta ardores candentes en la bestia que dormitaba en mi interior. No logro sentir el olor de la ropa, ni sudor, ni del perfume que anteriormente usabas. Huele a deseo, a amor, a cariño, a locura, a olvido, ¿ya dije deseo? A deseo. Eres mi sirena y ese fue tu canto y yo no tuve acceso a ninguna cuerda, ni a ningún mástil. Me sumerjo de lleno en el mar de la angustia que serenamente guía mi nariz a la raíz de tu cabello, a detrás de tu oreja.
Y confirmo el sabor de tu piel, de tu cuello y del lóbulo de tu oreja, el sabor de la locura que pronto se asemeja a mi realidad. El sabor de tu mano, de tus dedos, de tus palmas en mi lengua, de tu antebrazo hermoso, de tus hombros candentes, de tus pechos sugerentes. El sabor de tu ombligo pequeño, de tu selva depilada, de tus piernas torneadas, de tus rodillas curiosas, de tus pantorrillas sabrosas, de los dedos de tus pies. Adoro cada sabor que de ti recojo, y finalmente de tan delicioso menú escojo, el sabor que solo los amantes conocen, el sabor del ruido del deseo, del loco poseso, del placer prohibido. Y te envuelvo y me envuelves como los ingredientes en la alta cocina, definitivamente degusto mi plato predilecto. Un postre de Francia, una pasta de Italia, una ambrosía de dioses, mi propio y único cóctel para los sentidos.
- Autor: Lonekarma (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 29 de enero de 2016 a las 01:05
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 64
- Usuarios favoritos de este poema: Edmundo Rodriguez
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