Esperaba la hora,
sin reloj, que no era fiesta,
de sentir en mis hombros,
el peso de mi cartera de cuero.
El día, como todos,
había sido duro, ¡iluso!
la mano cansada de copiar
mil veces aquello de:
"No debo hablar"
con mi medio lengua de trapo.
Y sonbaba el timbre,
¡Por fin, las cinco!
y corría, como todos los días,
sintiendo en mi espalda
el peso de la cartera,
Un pilón, frontera de mi infancia,
esperaba, y Santos, el Barbero;
notario, junto al agua, aguardaban,
que alguno, hoy, esta tarde,
cayera en la pila, ninguno caía,
ninguno demostraba su hombría.
La cartera, olvidada quedaba
junto a la puerta, un beso,
y el bolsillo lleno de castañas cocidas,
que en la calle cambiaría por una tortilla.
Polonia vigilaba desde su ventana,
como una nave bajaba
del cielo a la tierra;
como los indios defendían
frente a los vaqueros su guarida;
como los policías ganaban
¡siempre! a los ladrones,
como la calle se llenaba,
todas las tarde de algarabía.
- Autor: victor Hernandez Mayoral ( Offline)
- Publicado: 9 de febrero de 2016 a las 06:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 65
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