Quiero la luz de tus ojos
para alumbrar, mi camino;
y las huellas de tus pasos
para evitar, los espinos.
Cuando me tiendes los brazos
con ese amor, tan divino;
voy anudando los lazos
que estrechan, nuestro destino.
La zarza que hirió tu mano
no hiere, mis manos de niño;
ni el horizonte lejano
podrá apartar, tu cariño.
Tu eres mi joya preciosa
yo, un errante peregrino;
si te doy mi corazón
escucharás, sus gemidos.
Al llegar la noche oscura
busco tu pecho afanoso,
y tu regazo asegura
que tenga sueños hermosos.
¿Será tu casta ternura?
¿Serán tus labios carnosos?
¿O la infinita frescura
del manantial de tus ojos?
Delante de Dios me inclino
buscando el numen precioso,
y que una luz de platino
baje del cielo, a tu rostro.
Ojos tristes de la madre
por el sepulcro perdido,
llorando la tierra muerta
blancas las flores, del lirio.
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.
- Autor: franklin blanco (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de febrero de 2016 a las 12:21
- Categoría: Amor
- Lecturas: 76
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Dulce
Comentarios1
Mis aplausos, me gusta tu estilo fresco.
Gracias por lo Dulce de ese comentario.
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