La piedra
no se mueve,
pero por dentro,
se regocija,
fiel testigo,
de una noche,
cuando nos
juramos amor,
tiene
grabado
nuestros
nombres,
que se
aferran,
como la hiedra
al largo muro,
tu cuerpo,
y mi cuerpo,
dejaron
sus huellas,
pasión de
enamorados,
con fuego
sanguíneo,
deseos
incontrolables,
y goces
sublimes,
de un amor,
sin preámbulos,
todo en un
piel a piel,
como una rosa
y un jazmín,
incrustados
en la piedra.
Víctor Bustos Solavagione
- Autor: Víctor Bustos Sola (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de febrero de 2016 a las 21:23
- Categoría: Amor
- Lecturas: 39
Comentarios1
Lindo poema Victor. Ese amor impregnado en una piedra, ha de ser fantástico.
Muchas gracias por tus palabras MAEI...saludos.
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