A Jacinta.
La alborada primorosa
muestra, los claros del día;
y al despuntar temerosa
sobre la tierra sombría,
como el capullo a la rosa
te quiero yo, madre mía.
Eres fuente de agua pura
que habita, en los corazones;
te alimentas de ternuras
y mueres, de desamores;
y si una pena perdura
sueles callar, tus dolores.
Tuya es mi sangre y mi amor
también mis sienes canosas,
tuya es la espina y la flor
también mis manos callosas,
tuya es la miel y el dulzor
también mi verso... y mi prosa.
Y aunque la vida es tortuosa
no juro, al Señor en vano;
por cada día una rosa
por cada invierno, un verano;
por cada pena reposa
mi corazón, en tus manos.
Las golondrinas medrosas
huyeron, de mi poblado;
y al encumbrarse pomposas
sobre el espacio azulado,
lejos llevaron llorosas
su último adiós, a los prados...
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.
- Autor: franklin blanco (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 9 de marzo de 2016 a las 09:07
- Categoría: Amor
- Lecturas: 64
- Usuarios favoritos de este poema: Santiago Miranda
Comentarios3
Bien, bien! Maravillosos octosílavos en una poesía plena de amor.
Fellicitaciones, amigo y un gran abrazo.
Ruben.
Gracias amigo Ruben por su comentario. Reciba también usted un afectuoso abrazo.
Maravilla de poesía, estimado poeta. Tu obra siempre es bella. Ha sido un placer la lectura. Saludos cordiales
Te felicito por tu bella poesía. Saludos
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