Pedro y Juan pescaban
y cuando partían,
las velas izaban
los remos batían.
El mar los salaba
la piel les curtía,
el sol le tostaba
las redes vacías.
A Juan le gustaba
por eso insistía,
y Pedro gritaba
que peces no había.
El joven clamaba
y el mayor rugía,
¡Sin pez, ni cebada!
hambrientos morían.
Entonces un día
Juan vio que llegaba,
un ser que reía
y a todos amaba.
A los dos decía
si al mar renunciaban,
que Dios se placía
cuando hombres pescaban.
Él era el mesías
que el cielo mandaba,
por almas impías
que siempre pecaban.
Franklin Joel Blanco Aparicio.
Villa de Todos los Santos de Calabozo.
Venezuela.
- Autor: franklin blanco (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de marzo de 2016 a las 12:21
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 41
- Usuarios favoritos de este poema: nelida moni, Myriam Estrella B
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