Justo cuando desaparecieron los “peros”,
justo cuando a mi vida le sobraba paz
y a mis ojos amaneceres,
- que sólo querían verla a ella -;
llegó.
De la misma forma en que los pájaros esperan el abrazo de la primavera,
y mis manos una piel desdoblada para acariciar y sanarla.
Llegó.
Precisa dentro del balance distópico que la supone
- y que a mí me mueve hasta el último cabello-,
y desordenada en lo que conllevaría tenerla.
Me iba a sacudir la vida.
Ella, sin ningún esfuerzo,
era capaz de quitar la comodidad de mi paz,
de moverla de lugar,
de lograr que me aburriera de ella
y de hacerme pensar que podía ponerme el mundo en contra
para abrazarla,
y que eso estaba bien,
porque si ella hacía parte de mis brazos
y yo hacía noches en sus partes,
el mundo no tendría quejas ni conocería de desdenes.
Me tenía.
El encanto que desplegaba podía pasearse todas las mañanas igual que un café y un buen libro
- y créanme que a nada prefiero antes que eso, salvo ella - .
La veracidad de su voz iba de la mano con lo inmenso que entregan sus ojos, o al revés
y sabía hacer que mis heridas no tuvieran otra opción que cerrarse,
porque ella,
la analogía de “arte”,
llenaba todos los huecos en los que alguna vez había hecho falta luz,
y los hacía suyos.
Daniela Sedán
- Autor: Daniela Sedán (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 20 de marzo de 2016 a las 17:08
- Categoría: Amor
- Lecturas: 209
- Usuarios favoritos de este poema: Urquiza
Comentarios3
Excelente......
Puros versos del alma del sentir que sale a flote y se plasma en el blanco papel para dibujar esperanza. abrazo.
Espléndido! Es evidente que tienes talento. No lo dejes escapar. Exprímelo.
Un beso.
Ruben.
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