Como un río que viene desde lejos,
sin que pueda desviar del mar su cauce,
he dejado, que un arroyo de los cerros,
a sus aguas, las vierta en mis caudales.
Y a la fresca transparencia de sus días,
que entre piedras, germinára en ideales,
yo le puse , mis noches de razones,
y la turbia mezquindad, de mis verdades.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.