Estaba en pie, no se a que lado, limitado en mi crueldad, no daba más de si mi voluntad de poder ni mi mandato imperial del gobierno británico. En los paisajes de Idomini los telescopios apuntaban hacia abajo. Arriba, las estrellas del firmamento parpadeaban ante todos nosotros iluminando mil mundos diferentes. Los refugiados , allí, al otro lado de donde nosotros estábamos solían concentrarse en silencio a obsérvalas, quizás, viendo en el mismo cielo Asia en Europa. Pero lo que en este lugar brillaba como astros fríos y distantes , como mil mundos tan parpadeante y cortantes como estrellas, era la jerarquía, el orden, y la voluntad de dominio de unos sobre otros en los límites de la resistencia, que como raíles de acero llegaban hasta la gente. La locomotora que llegaría a por ellos podría arrastrarles al mar, al desierto, a las más recónditas estepas.
Más allá del sueño estaba la vigilia. El sueño que no llegaba a mis ojos me ordenaba que se deslizaran escrutando la oscuridad como para descubrir algo que dormido no podría encontrar entre las miles de tiendas de campañas sucias, con los toldos llenos de barro tras la últimas tormenta de agua y nieve. Deambulaba en la noche sobrecargado por el opúsculo de sus expresiones recordadas donde descansaba el último sueño de grandeza Europeo. Solo aquí en Idomeni había orden. Fuera estaba el caos de la democracia de la comunidad europea. Una palabra nuestra y los refugiados cautivos, ausentes ya de sus mentes en estado de estrés postraumático rompían a llorar. Sus reacciones psicofísicas eran el retablo de los sueños imperialista Europeos. Superados por muchas otras naciones no podían ir más allá de ser imperialistas sobre refugiados, convirtiendo en Idomeni en una especie de litio para los parlamentos Europeos y la ciudadanía blanca que empezaba a ser tratada en América, África Asia con asco al ir descubriendo el restos e razas que el Europeo no era una más que un ser decadente empobrecido.
La farsa tenía las patas muy cortas, los campamentos como en el que yo estaba eran una de esas patas.
Toda la grandeza de la crueldad Europea solo podía ser ejercitada sobre este tipo de gentes, aunque el intendente alemán, belga, holandés, y español se sentían pletóricos de orgullo, y les gustaba compararse con los grandes almirantes del III Reich Alemán a la hora de los almuerzo después de haber deportado a varias docenas de refugiados a los turcos. Sin embargo, el viento perfumado a fragancias de gloria que ellos olfateaban, no olía más que a establo, a coros de niños extraviados. La exuberante alfombra campestre formada por los cuerpos tirados de los refugiados dentro de los vallados alambrados confeccionada para ser chafada por nosotros y crecer sobre los lomos que se hundían en sus propios charcos de orines y defecaciones, donde el olor de las glándulas suprarrenales exhalaban el aroma del estrés, y sus voces extraviadas, ausentes, secas, lejanas entre las hierbas esperaban la deportación. Formaba esto parte del paisaje del crepúsculo que se cernía sobre Madrid, París, Berlín mientras sus dominios iban muriendo.
Yo estaba aún en pie, no se a que lado, bajo el mandato del gobierno británico contemplando el paisaje de Idomeni bajo un cielo lleno de esquirlas que amenazaba por hundirnos en los abismos del horror , hechos moralmente pedazos, y sin embargo…
!cuanto deseaba que eso ocurriera !
Angelillo de Uixó.
- Autor: Angelillo de UIxó (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de abril de 2016 a las 07:21
- Comentario del autor sobre el poema: Un relato basado en hechos reales de tortura oriental en Europa donde los personajes andan entre los límites del bien y del mal.
- Categoría: Fábula
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: nelida moni
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