Jose Orlando Melo Naranjo
La primera canción de rockanblues sonó entre sus cuerdas vocales, y mis huesos se estremecieron hasta el deseo. Pensé en beberla; pues era semejante a una copa de champaña, sensual, embriagadora y lujuriosa.
Sus versos me hacían enrojecer, así fue como en medio de la tarde le vi desaparecer. Entre los hermosos bosques, en medio de las flores bebía su alma; porque parecida al néctar me hacía perder la razón entre sus pechos calientes y cariñosos.
Su vida era extrema, acelerada, inquietante, siempre callada. Pero tan amorosa como la espuma de la copa que acaricia los labios, y los duerme entre el amor lujurioso de la noche.
Si, asi era ella, ¿Cómo detenerla de practicar sus deportes extremos? Claro que no, me era imposible saciar su vigor, por ello dejaba que el entusiasmo le hiciera palpitar las células de su cuerpo sensual, armonioso, cariñoso y amoroso. El cual en medio de la nada se mezclaba con el mío, sin pedir nada a cambio.
Su sonrisa angelical le susurraba a mi piel, su voz como el eco de las aguas me hacían sonreír, y sus cabellos tiernos y salvajes me hacían desearla más y más.
Las noches acompañadas por la música clásica y el vino; jugaban a la pareja ideal, y entre los susurros nuestros cuerpos se quemaban por la pasión.
Una tarde melancólica, fría y lluviosa. Mientras miraba por la ventana, como aquellas gotas se deslizaban por el vidrio dibujando su figura. El teléfono sonó, y cada palabra me cubría de tristeza, de dolor y por supuesto del horror que me producían las imágenes negras y blancas, de aquellas mariposas de la desesperación que se abatían contra mi alma.
Al llegar allí; la cubría un silencio asombroso, no era ella. Su cuerpo tendido como las aguas de los ríos, se mecía contra mis manos, su boca pálida y sus ojos tristes me lo decían todo sin hablar.
Al quererle decir algo me dijo: calla, no me hieras, cada palabra de amor me hace daño, no siempre el amor causa placer. Pues a causa de mis deportes ahora no sere nada. Déjame.
Fue así como tome aquella rosa blanca que llevaba conmigo y la coloque entre sus pechos. Pasados dos meses, la tarde de verano coqueteaba conmigo y una vez más la recordé. No aguantando la agonía que me producía su ausencia, me conduje hasta el parque en el que ella amaba danzar, al llegar allí la vi silenciosa, pensativa y un tanto nostálgica. Sin que sintiera la fuerza de mis pasos; la tome por la espalda. Ella como quien conoce el futuro, tomo mis manos y sin mirarme, soltó una sonrisa y me dijo: ¿Me amas? Sin decirle nada, empuje la silla de ruedas, y con otra sonrisa le dije: a un más allá de la muerte, recuerda ¡Eres mía!
Autor José Orlando Melo naranjo – Bogotá – Colombia.
Dedicado, a, ALEJANDRA ZAMBRANO GOMEZ, MI PRECIOSA.
- Autor: orlandomagno (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de abril de 2016 a las 19:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 52
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