Una tarde cuando el sol se pierde en la lejanía
yo cruzaba la Gran Vía de Madrid, con mi galbana
a cuestas, y mi alegría, mi presencia casquivana,
cartuchos en mi canana, de ojeo en la travesía.
Iba pausado, tranquilo, cual cazador va en la caza.
De pronto vi en la terraza de un café, que haciendo esquina,
los labios junto a una taza de una muchacha divina,
belleza cálida y fina cual aceite de linaza.
Dí a mis pasos un respiro para mirar de soslayo
¡dios mío, me parta un rayo! que a observarla no resisto,
un poco más me desmayo, ¡voto al cielo, viva Cristo!
para mí era nunca visto. Hice de mi capa un sayo
acercándome a su vera, con descaro y disimulo,
-no piensen que esto es un bulo-, que la bella puñetera
me dió un pellizco en el culo y acercando su cadera
quiso alzarme la cartera encomendando a su chulo.
Ahora que todo ha pasado sigo un poco resentido,
no comprendo aún por qué ha sido, ni lo acepto tan siquiera,
y me encuentro deprimido, mas me palpo la cartera
y a quien manda en la tronera le aconsejo esté dormido.
©donaciano bueno
http://www.donacianobueno.com/
- Autor: donbuendon (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de agosto de 2016 a las 01:48
- Comentario del autor sobre el poema: A veces las cosas no son lo que parecen.
- Categoría: Humor
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: un poeta lirico
Comentarios2
Cuidado con la puñetera...
Saludos.
jejejeje, no te fies de los primeros labios que veas , un abrazo.
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