Buscando darle tranquilidad espiritual a su Yo; un campesino, después de meditar noches enteras salió de su parcela buscando los sabios consejos de algún místico que lo orientara en el diario y difícil trajinar de la vida y esa conexión con lo que está más allá de la vida terrenal
Llegó a la ciudad, en su desorientado deambular por sus calles; se encontró con un pariente y vecino que también había partido en busca de las oportunidades que creía encontrar en la ciudad.
Se sentaron en una silla de uno de los parques, la tertulia fue muy amena, el campesino le contó lo que el buscaba, el primo haciendo memoria recordó que en la periferia vivía un anciano ermitaño de quien decían: era un santo, y quien lo podría orientar.
El campesino le preguntò a su primo, ¡Porque crees que ese anciano ermitaño es un Hombre santo! Por su conducta y su vida ejemplar le contestò el primo, me han dicho que vive solo, entregado a la meditación y al duro trabajo diario, siempre viste con una túnica de color marrón oscuro como la que llevaba El Nazareno antes de cargar su cruz hacia el calvario. En señal de pureza, es vegetariano y los vegetales solo los acompaña con agua que saca de un manantial que pasa por el frente de su casa, lleva clavos en las manos y los pies y tiene un discípulo que le da azotes en la espalda diariamente para experimentar el sufrimiento de Jesucristo hasta quedar tirado en el suelo.
Fue muy amena y refrescante la conversación, se despidieron con el deseo de volverse a encontrar, el campesino salió a dar un paseo por la calle "LA ALBARRADA" por donde fluye el comercio hacia las embarcaciones que esperan en los muelles en la margen izquierda de la ribera del río.
Fue en ese sitio donde encontró a un viejo y cansado caballo de color café siendo azotado; no por un discípulo sino por su verdugo que además de cargarle más de dos toneladas de peso le daba latigazos porque el potro, agotado por la sed y el fuerte sol del medio día: no pudo más con semejante carga y cayó al suelo en medio de los infames azotes que le daba su amo.
Fue hay, donde notó que el caballo era de color Marrón, a cambio de una cruz arrastraba esa carreta a su espalda con un rotulo infame en sus flancos donde se leía “EL ERMITAÑO”, tenía en cada extremidad una herradura fijada con Clavos, que se alimentaba únicamente de Hierba y bebía agua que brotaba de las alcantarillas de la calle, que recibía azotes como pago por el trabajo del cual su verdugo derivaba el sustento diario para él y su familia.
Esta escena lo dejó cabizbajo y decepcionado, le trajo a la memoria que Él en su parcela donde vivía con su esposa y sus hijos, además tenía de compañeros: dos vacas paridas, un caballito de color blanco dos perros y unas gallina: trataba a sus animales con cariño y respeto porque los consideraba su familia.
Ante esta realidad, meditó y se dio cuenta que si así: era como trataban los discípulos a su "Santo y anciano Ermitaño" mejor se regresaría para su parcela indignado por el salvaje trato que en la ciudad le daban los mal llamados discípulos a sus caballos.
Esa tarde de regreso a la parcela donde lo esperaba su familia, cabizbajo y apesadumbrado, rezó para que no siguieran azotando a ese anciano y santo animal que el único pecado cometido fue tener por discípulo a un salvaje amo que lo bautizó con el nombre de "EL ERMITAÑO"
- Autor: juan sarmiento buelvas ( Offline)
- Publicado: 27 de abril de 2016 a las 10:53
- Comentario del autor sobre el poema: Sobre este cuento corto hago una denuncia publica para terminar con el maltrato animal.
- Categoría: Sociopolítico
- Lecturas: 21
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