¡Oscura adicción la mía!,
al veneno de tus besos,
al invocar tu alma fría
en sangrantes versos.
¡Que maldición ésta!;
de quererte con rabia,
de odiarte con nostalgia,
de amarte sin respuesta.
¡Cuanta amargura!, hacerle
el amor a tu recuerdo en otros
cuerpos, intentar convencerle
al corazón que no existe nada roto.
Que se encuentra intacta la dulzura,
que la muerte; no se asoma a la ventana
de tu boca, en el misil de tu silencio,
en el filo del reproche que apuñala.
Que adicción la mía a tu veneno,
al oscuro odio con el que me amas,
al profundo amor que me asesina,
al sabor a sangre que corre en estos versos.
SALO.
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