Silenciosas las manos
dirigiéndose a la eternidad.
Don Gregorio usa su maña,
agrieta los surcos para el semillero.
Desafiantes montículos de horas.
El resto transformándose en semillas.
Es aquí, donde las uñas
furiosas, desgarran la greda.
A la espera un fruto
sustentará nuestros hijos.
- Autor: Carlos Casagemas (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de abril de 2016 a las 07:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 63
- Usuarios favoritos de este poema: la cuerva
Comentarios1
La siembra,comer el pan con el sudor de la frente,y la tierra nos recompensa con sus frutos y la hierba mala crece y la plagas hacen lo suyo.encalleciendo las ambos y formando hondos surcos en la frente.Saludos.
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