Elegía a la patria

Samuel Santana

Escuchen gobernantes todos del pueblo:

Con palabras seductoras, como las de un mozo ante la doncella, ustedes conquistan el poder.

Convencen los corazones con la ilusión de un cambio y de un mejor mañana.

Sin embargo, una vez en el trono, no esperan mucho para echar por tierra las promesas y los sueños anhelados.

Con los pies sobre el enlozado pulido y guarnecidos bajo las columnas de marfil, se tornan fatuos, petulantes y orgullosos.

Se dan a la lujuria, a la glotonería y a la vanidad.

Rodeados de los suyos, ordenan mesas suculentas, vino cultivado en viñedos lejanos y atuendos delicados.

Entre liras y arpas, ustedes se tragan al pueblo como devora la hiena la carne de su presa.

Se hacen ciegos ante el sufrimiento de los hijos de la patria; tampoco escuchan los quejidos de su miseria.

Los pobres carecen de bien, pero ustedes les responden con cargas mucho más pesadas,  gravando el aceite y el abrigo de calentar.

La indiferencia y la insensibilidad les lleva a gobernar con mano de hierro,  yugo opresor y bastón de dominio.

La nación tiembla, se tambalea, está en ruina, en espanto y en oscuridad.

Las ciudades sitiadas sufren por los enemigos; pero a esta patria la oprimen sus propios hijos; aquellos que prometieron liberarla.

Gobiernan con capricho y están siempre dispuestos a maltratar. Pero intentan disimularlo.

Son guías extraviados, que tuercen el rumbo del bien.

No hay apoyo, sustento ni provisión.

Los nobles pasan hambre, andan en oscuridad y la multitud se muere de sed, de angustia y de temor al mañana.

¿Quién defiende ahora a los huérfanos y a las viudas?

¿No son, acaso, los que deben proteger y amparar los primeros en oprimir y burlarse de los que nada tienen?

Los ancianos terminan sus días en espanto.

Pero ustedes, que gobiernan, aman el soborno y son cómplices de ladrones y de los que corren tras las prebendas.

Están llenos de tinieblas y llaman a lo bueno malo y a lo malo bueno;  tienen por consejeros a los agoreros y a los expertos en las trampas.

Viven llenando sus arcones del oro y de la plata de la nación.

Sus manos están llenas de rapiñas y de sangre.

Con astucia toman el tesoro y lo esconden en la oscuridad de la noche, protegidos por los centinelas pagados por el pueblo y por la indiferencia de los jueces.

Cuando el pobre es acusado de hurtar un pedazo de carne, la sentencia es severa; pero nada ocurre a los corruptos: los jefes de la ley comen en sus mesas y se embriagan en sus celebraciones. Luego viene el juicio torcido.

Todos los poderosos se unifican en sus andanzas, hacen y remiendan la ley conforme a sus apetencias y se protegen como cofradía de bandidos.

En lo secreto de sus aposentos, entre risas y burlas, se reparten el botín mientras hacen creer que son grandes benefactores.

Gime el niño sin leche, desfallece el obrero con salario de miseria, crujen los huesos de los que no tienen techo, sufre el enfermo sin medicina y deambulan los jóvenes por los muladares sin saber qué hacer.

Escuchen ahora, gobernantes perversos, para ustedes habrá un día justicia. Pero no la que ustedes traman.

Ya se escuchan los pasos de la carroza de la muerte y el  sepulcro ha abierto su boca.

Ustedes pronto gotearan como fruta madura.

No importara el perfume, la riqueza ni el poder.

Pronto caerán en el hoyo donde la ropa será atravesada por los gusanos y las lombrices y por el hedor de la podredumbre.

Todos los tiranos y muertos del Hades les darán la bienvenida.

Ellos les dirán:

-A ti también te llegó la hora. Aquí no hay descanso: remordimiento, angustia, dolor y pesar por nuestra rapiña e hipocresía. ¡Ay si lo hubiéramos sabido!

Habrá elegía, cánticos de tristeza, banderas a media asta,  marcha de soldados, toque de trompeta, silencio en el palacio y duelo en el país.

Sin embargo, terminará en el corazón de la tierra, oculto en las tinieblas y dejado en la soledad.

Entonces la viuda tomará lo suyo y entregará el sobrante a quienes repartirán entre desconocidos.

 

 

  • Autor: Samuel Santana (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de mayo de 2016 a las 11:18
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 74
  • Usuarios favoritos de este poema: la cuerva
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