Sentado yo en este tren,
pienso en ella al contemplar las
nubes oscuras en el firmamento y al sentir
la aurora descolgarse.
En esa inmensa expansión,
de olor agudo metálico,
un hueco insondable se llena de luz
y de mar azul.
La veo como la vi por primera vez: púrpura.
Su silueta era en pasos cortos
y su chal de ondular
al compás de la blanca brizna.
Su voz, al recitar la plegaria,
emanaba copos dorados de silencio
en la lluvia tardecina y un
crepitar de llamas vivas.
Pero la ilusión era de canto y colores.
En tanto que el recorrido se hacía largo
y los vagones rechinaban de adiós, el
reloj marcaba un tiempo de eternidad.
Entre los prados ondulados
saltaba la soledad.
Eran olas de flores
y distancia insalvable.
Cuando el halcón pluma gris
hacía su rodaje en las alas del viento,
supe que, en ese instante,
parada frente a la venta profunda,
ella tristemente apretaba entre
sus manos nuestro último retrato.
- Autor: Samuel Santana ( Offline)
- Publicado: 6 de mayo de 2016 a las 09:29
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 26
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