Yo no maté, tampoco hurté.
Ni siquiera violé un ápice de la ley.
Mis años tras los
barrotes obedecieron a una cosa:
la inquina maldita del humano.
Confinado a la mugrienta
y asfixiante ergástula,
pasaba días castigado por el terror
y el desfallecimiento.
Solo una bocanada húmeda de luz
y el roce de una brisa de mar era
lo que me llegaba desde fuera.
Me acostaba y no dormía.
No sentía hambre,
tampoco sed; todo
cuanto había era rabia y
pasión por no existir.
Hoy he regresado.
Empero, ¿qué he encontrado?
Amarga realidad:
una estancia triste y abandonada.
Solo fantasmas
de viejos recuerdos.
La tierra está yerma,
llena de hojas muertas,
de charamicos lànguidos y
asedida por ecos remotos.
Esta que fuera la casa de mis sueños,
con su jardín coloreado,
el encalado de azul,
el piso tapeado y
el olor a amores,
ahora es techo roto,
estantes horadados y hedor
a moho podrido.
En la bruma la recuerdo.
Sus pisadas están por todas partes.
Por sus ojos, puros como paloma, veo
los luceros rutilantes de las noches
y la luna bañándose en el agua.
Justo aquí, en este desvencijado corredor,
la besé muchas veces,
escuchamos el alcaraván solitario,
nos empapamos con el olor del jazmín
y la sentí ser toda mía.
Sé que podría dar vida a estas cosas,
pero sin ella,
¿qué sentido tendrían?
- Autor: Samuel Santana ( Offline)
- Publicado: 10 de mayo de 2016 a las 09:42
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Muy hermoso su preciado poema amigo Samuel...
Un placer pasar por su portal...
Un saludo de amistad...
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias por tomarse ese tiempo. Paz
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