Esta es la historia de un niño llamado David, él tenía 8 años aunque parecían menos, le gustaban poco los libros y las lecturas, en cambio le fascinaban los juegos electrónicos y bañarse en la playa. Ah y le encantaban los huevos fritos.
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Cuentan que una vez David fue a la playa a disfrutar de un baño de agua salada, bajo el intenso sol de la mañana. De pronto sintió muchas ganas de comer y no veía nada de su gusto que pudiera calmar su apetito.
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De repente David miró al cielo guiado por los destellos amarillos, que era su color favorito y pudo en su imaginación ver un huevo frito en lugar del sol.
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Sí, era algo extraño, el sol de la playa se había convertido de pronto en un gigantesco huevo frito que David deseaba comer para saciar su apetito. Y así lo hizo.
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David salió a toda carrera de la playa dejando las huellas de sus pies mojados en cada paso que daba en la arena, hasta que llegó donde estaba una palmera. Trepó en ella bien alto hasta que logró alcanzar al sol. Y cuando lo tuvo en sus manos calientito aún, se lo comió igual que si estuviera comiendo un huevo frito de esos que le preparaba su abuelita.
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La playa quedó nublada pues el sol no estaba ya en el cielo, ahora estaba en el estómago de David, un niño que amaba al color amarillo del sol y que cuando fue a la playa se lo comió al confundirlo con un huevo frito.
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Luego poco a poco el pequeño niño bajó de la palmera y se acostó a dormir bajo su sombra con la intención de reposar su comida. Así pasaron algunas horas hasta que David se despertó por el frescor de la brisa del mar y el sonido de las olas que junto al ardiente sol, le daban a la playa color amarillo intenso como el de los huevos fritos.
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David sentía su estómago lleno, pero no era el sol lo que había comido, no señor, era un huevo de verdad que aquella tarde en la playa soñó comerse mientras el sol seguía brillando en lo alto del cielo en una tarde de playa y arena.
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Se cuenta que desde ese día David uso al color amarillo como su color favorito porque le recordaban al sol de la playa y a los huevos fritos como el de aquella vez en que subió a una palmera para atraparlo.
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En un canto sencillo,
alegre y bonito,
el sol con su brillo
parece un huevo frito.
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David es un niño
de huevo y sol,
del color amarillo
que es un bello color.
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David pon atención
travieso chiquito,
no confundas al sol
con un huevo frito.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela
- Autor: Diaz Valero Alejandro José ( Offline)
- Publicado: 12 de mayo de 2016 a las 10:53
- Categoría: Infantil
- Lecturas: 87
- Usuarios favoritos de este poema: nelida moni, Myriam Estrella B, DELICADA ABRIL
Comentarios3
Maravilloso cuento lleno de mucha creatividad e ingenio, felicidades.
Gracias amigo Armando, sigamos en este ricón dejando esa fantasía que alimenta las obras ingenuas. Un abrazo!
Como que ese niño al que le gusta el color amarillo eres,,,,,,,tu o me equivoco .
Me gusto tu cuento muy creativo.
Bendiciones.
Nooo, a mi me gustan los colores poco brillantes, soy muy conservador en eso, gris, marrones, azules beige y celestes forman de mi repertorio colorido. El del amarillo es otro niño, jajajaja. Saludos amiga Miriam.
Que bella Parejita (dupla) cuento y verso...eres realmente iniguable en este genero
Siento mucha ternura al leer este tipo de escrito y me siento cual si fuese una niña , embelesada cual David
saludos
Ohhh, gracias niñita. Un abrazo y gracias por ese entusiasmo con la literatura infantil, saes que este rincón ingenuo siempre será tu casa. Un abrazo!
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