Juancho al que llamaban el Cofla, eran uno de los mejores estudiantes de la facultad de medicina en la ciudad de Bogotá. Su padre un señor honorable y trabajador, había inculcado en el corazón de su hijo, que cualquier cosa que hiciese la llevara a buen término, y esto de la mejor manera posible.
En sus propias palabras "Si vas a hacer algo, lo haces bien, sino, no lo haces"
Cofla siempre había soñado con ser becado en el exterior, para terminar de cursar su carrera en otro país.
Ahora todo marchaba al margen del reloj terrenal, y de los clásicos deseos de su corazón.
Una mañana la rapidez del mundo se detuvo por un instante, al ver pasar a una linda mujer que se conducía con mucho afán hacia la facultad de ciencias políticas. Su cabello ondulado parecido al torbellino que forman los hoyos negros en el universo, se deslizaba como la fuente de un manantial, que se recreaba sobre una superficie que atravesaban miles de caballos, los cuales se desbocaban por la cintura de la princesa.
La cual no se percibía a sí misma, ni tampoco lograba sentir el asombro que generaba en Juancho.
Al ver que la linda mujer se desvanecía ante su presencia. Se dijo a sí mismo: no descansare hasta morder tus labios, sacarle todo el sabor y el sumo que destila tu boca.
¿Pero cómo poder hablarle a una mujer que estudia ciencias políticas?
El asunto se volvía un poco más complejo que lo común. Pasados tres días, Juancho se enteró que de la princesa asistiría una conferencia que se titulaba "Concepción política en la modernidad". Por ello entre averiguación e indagación obtuvo la información, la cual expresaba: para los estudiantes de ciencias políticas la conferencia tendra un precio cómodo, entre tanto, para quien desee asistir y que no este cursando la carrera, debe pagar el doble.
Juancho llamo a uno de sus mejores amigos al que trataba como su hermano, y le dijo que le prestara la mitad del precio de lo que costaba la conferencia, y que el colocaría lo faltante.
Está bien, le respondió John, pero me pagas lo más pronto posible, pues debo cubrir una serie deudas. Confía en eso respondió Cofla. Así termino la conversación.
El día señalado para asistir a la conferencia, sería la oportunidad adecuada para abordar a la chica y mostrarle todo su interés. Sin embargo Cofla se preguntaba
¿Pero cómo buscare la ocasión para hablarle?
¿De qué le hablare si desconozco el tema?
¿Hare que se fije en mi o quedare en ridículo?
La noche como el relámpago de un rayo, se esfumo entre las cortinas y las rendijas de su habitación, el sueño se abalanzo con toda su furia sobre Juancho, el cual vencido en batalla, perdió el sentido. Al despertar miro el reloj con tal asombro que se estremeció, y pensó que llegaría tarde.
¿Qué puedo hacer? ¿Alcanzare a bañarme? ¿O no me baño? Pero una voz que salía de la mesa de noche le dijo: qué esperas, levántate y báñate o ¿A caso quieres llegar oliendo a boxeador después de una dura pelea?
Juancho de un salto arrojo las cobijas y lanzo su almohada al piso. Y se condujo a tal rapidez hacia el baño, que al tocar la superficie del piso resbalo, y recibiendo el impacto sobre el dedo gordo del pie. Contuvo su boca, pero grito ¡Estúpida mujer, por tu culpa!
De repente la mesa de noche aumento su burla, de una a muchas burlas consecutivas.
¿Ahora te ríes cretina? Le pregunto Cofla.
Mientras el miedo y el asombro se mezclaban con su forma natural de ver la realidad.
Ya que las mesas de noche no hablaban.
Pero el tiempo apremiaba, entonces cual águila que ha logrado ver a su víctima, se arrojó sobre el tiempo y lo hizo su esclavo. Estaba listo frente a la puerta. ¿Cómo? ¡No lo sé! pregúntale a Juancho.
Al abrir el último impedimento, salió del apartamento y bajando las escaleras que lo conducirían a la avenida donde abordaría el auto-bus, se presentó un dolor que lo hacía detenerse por momentos.
Era su dedo gordo, que minuto a minuto se hinchaba. Esto no era impedimento para que lograra su propósito.
Entonces abordo un taxi, y le recomendó al conductor que fuera de prisa o muy rápido. El cual mirándolo por el espejo lo atemorizo, pues su mirada quedo clavada sobre los ojos de Juancho.
Sus ojos brillantes como las estrellas, pero tan fríos como el Alaska, se perdieron en una larga meditación.
Cofla haciendo uso del valor y de su ansiedad, le pregunto ¿Señor puede arrancar?
Este volviendo de repente a la vida, quito la mirada del espejo, y con una sonrisa maquiavélica arranco de la manera más brusca.
Pasadas cuatro cuadras del punto de partida, la velocidad del taxi no disminuía, todo lo contrario: segundo a segundo se aumentaba. Los semáforos en rojo pasaban por los ojos desorbitados del usuario.
Cofla grito: Señor ¿A caso desea matarnos?
El taxista lo miro y le dijo: calla muchacho, y levantando un cigarrillo, encendió con su áspera barba, un fosforo.
Cofla que no estaba acostumbrado a fumar tuvo que abrir la ventana para poder respirar.
Lo único que lograba sentir era el ruido de las bocinas de los autos que por momentos parecían chocar contra el taxi. El conductor le dijo, hijo te contare un relato, escucha bien.
Trabajo de noche para sustentar a mi familia. Esta mañana a pocos metros para llegar a mi casa, vi como mi mejor amigo, le daba el beso final de una noche de pasión a mi esposa.
¿Crees que después de esto deseo vivir? Y colocando el acelerador hasta su límite se perdieron en medio de la ciudad.
Una ráfaga, un aviso, un estrujón hicieron que el auto chocara contra un árbol. Y semejante a una lata de cerveza, cuando es pisada por el pie de aquel que se sacio con su contenido. Se contrajo el taxi.
El conductor fue el primero en morir. Juancho por cosas de la vida, despertó un día después en el hospital, milagrosamente con unas leves fracturas. Puesto que el cinturón de seguridad del asiento trasero amortiguo el golpe.
Entonces una mano suave, y delicada le acariciaba el rostro.
Mama ¿Qué paso pregunto Juancho? A lo que una voz más dulce y más joven, le contesto. Muchas cosas Juan.
Entonces haciendo un leve esfuerzo para mirar el sentido y la trayectoria de la voz, se asombró al ver a la hermosa princesa al lado suyo. ¿Porque estás aquí? Ella mirándole como quien contempla a un héroe, le conto que su amigo John la había informado de todos sus propósitos y que entre ellos, estaba ella.
¿Habría de negarme a venir? ¡Claro que no! Respondió la señorita. Por eso estoy aquí. ¿Qué paso después? No lo sé. Pregúntale a Orlando magno.
Lo que si se, es que así fue como nació un profundo amor, y que después de dos años de hallarse juntos. La universidad le comunico a Juancho que había sido becado para terminar su carrera de medicina en Cuba.
Cofla al salir de la facultad de medicina fue en busca de su amada, y abrazándola fuertemente le dijo: recuerdas mi sueño, pues bien hoy se ha hecho realidad. Pero tú más que mi sueño, eres mi vida.
Cristina un poco más racional le dijo que si dejaba pasar esta oportunidad, se arrepentiría toda su vida. Que fuera en busca de su sueño. Que ella lo esperaría.
La despedida en el aeropuerto fue dramática. Los días en Cuba y en Bogotá formaron un precioso nexo, puesto que los dos amantes a diario se escribían, se llamaban, se buscaba como el día a la noche y la noche al día.
Los meses apartaron a Cristina, los años mucho más. Juancho tan comprometido con su formación, ya no cuidaba de ella. En todo caso cuando Juancho termino sus estudios, regreso sorpresivamente a Bogotá. Con gran ansiedad y con mucho amor para Cristina. Ya nada los separaría nunca más. Y así, tendrían hijos y formarían una bonita familia.
Esa mañana a pocos metros de la casa de Cristina se abrió la puerta, y la belleza angelical que irradiaba su ser, encandelillo a Juancho. Este quiso correr y abrazarla fuertemente contra su pecho, y cubrirla de besos. Pero se contuvo por un momento.
Lo que dio tiempo a que saliera una hermosa niña tomada de la mano de su papa. Y que esta abrazara la pierna de Cristina, y le dijera mami te amo.
Así fue como Juancho comprendió que Cristina ya tenía una familia. Y acordándose del taxista pensó que no debía quitarse la vida, o hacerle daño a su amada.
Con gran pesadumbre, y una inmensa tristeza en su corazón. Se condujo al aeropuerto y se marchó a Italia.
Orlando magno cuenta que se le ha visto a lado de una hermosa rubia que cubre la faz de aquellos lugares que visita, con su hermosa belleza. Y que mira a través de los ojos de Juancho, porque lo ama con toda la intensidad necesaria, para no dejar apagar el fuego del amor. Así fue como se apagó el amor en la distancia.
José Orlando Melo Naranjo, Bogotá, Colombia.
- Autor: orlandomagno (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 14 de mayo de 2016 a las 10:25
- Categoría: Amor
- Lecturas: 40
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