Señora, bien sabe usted que la considero y
respeto como dama y gran amiga.
Pero viene a ocurrir que en esta
noche hùmeda y fría usted y
yo nos encontramos aquì
circunstancialmente solos.
Después de este té, de la cálida plática y
las copas de vino, he de confesarle
que algo extraño se ha metido en mi pecho, aguijoneándome y
calentándome el alma.
Diría que es algo así como un demonio contra el cual
lucho pero sintiendo su asedio
cada vez más fuerte e imposible de salvar.
Esta tentación maldita me incita a fijarme en sus labios,
en el color de sus ojos, en su pecho y
en su delicada cadera de mármol.
Señora, el agua ha arreciado y
ahora pienso que usted no debe mojarse.
- Autor: Samuel Santana ( Offline)
- Publicado: 21 de mayo de 2016 a las 19:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 48
Comentarios1
La lluvia es cómplice de los amantes, que caminan bajo sus gotas para mojar de lujurias su alma..
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