Valoraciones de la vida diaria

Ana Cecilia Rodezno Aviles

¿Cuándo empezó esto que ahora va a terminar con su vida? Esta lucidez que ahora posee es como la luz que alumbra su camino y que puede aprovechar intensamente en las vastas regiones de su memoria; ve rostros, ratones llegar de visita por las noches a su cocina, calles a las que se les ha cambiado el nombre, prostitutas queriendo ganarse la vida en los parques de la pequeña ciudad, perros que transitan por las calles abandonados por sus amos, personas en la rebusca de la diaria sobrevivencia. Tal vez ahí, pero quién sabe: puedo ser hace tiempo atrás. En épocas que ya no recuerda, en períodos de su infancia. No sé, ¿Qué puede importar? La función de sobrevivir y la función de estar libre de tener que encarar la realidad.

Antes cuando era más joven y menos desconfiada, sus prejuicios sentimentales fueron la demagogia de sus ilusiones, impenetrables como sutiles, forjadas de conductas aprendidas en la escuela y a través de sus  viajes en la lectura obligada y en la que aprendió a amar con el paso de los días.

Mucho tiempo tuvo que transcurrir para poder sobrepasar los límites de su imaginación donde los eventos metafísicos la fueron penetrando hasta lo más íntimo de su ser. Alcanzó ese privilegio de comprender la cruda realidad con aterradora precisión.

Después de años de búsqueda y de peleas consigo misma pudo entrar en el lugar que habita muy dentro de ella donde se agitan una multitud de pequeños seres de los cuales las personas comunes apenas sienten su manifestación.

Recuerda muy bien aquel 13 de noviembre de 1973: día frío y cálido de aquel tiempo, día en que su bisabuela murió, estaba consciente de ello, había agonizado casi 6 meses o quizá un poco menos. Pudo percibir la muerte como un hombre que recorre las calles con la violencia contenida por el azaroso trabajo que la vida le asigno. Presta vigilaba la marcha de los acontecimientos, unos meses antes ya le había percibido sin llegar a captarlo con la austera seriedad que ahora le veía, un año antes había fallecido su papá. Y un año antes de la muerte de su papá en 1972, había fallecido su abuela curiosamente atropellada por un bus de la ruta 4, en 1971. El silencio y la soledad tienen esa impresionante vigencia que se asentó en ella en esos momentos, probablemente por contraste, por el ajetreo de los mayores y de todos los sentimientos encontrados, por la inenarrable confusión que se vive en esos momentos, el apuro de la gente, el dolor que se comparte y que debe ahogarse en unas lágrimas y sentimientos de pesar. Ella era entonces una adolescente insegura, con un cuerpo de niña que sentía feo, y me percibía menos capaz que los otros, fuertemente insegura de sus posibilidades, mucho más malhumorada que sosegada con la vida.

Tres acontecimientos que la fueron conduciendo hacia la gran pista y pudo por fin entrar en la realidad misma de la vida, a despertar en lo que de ahora en adelante marcaría el sendero por el que habría de transitar hasta el correr de los días.

Voy a contar ahora como entró en juego el Fontanero Celestino López y como sin quererlo se encontró de nuevo en el sendero. Pero antes quiero comentarles quién era ella y de que se ocupa.

Se llama Tormenta Ferrufino, nació un 26 de julio de 1956, en la capital de El Salvador, C.A. Mide un metro sesenta y dos, pesa alrededor de 62 kilos, ojos marrones, pelo lacio y canoso. Señas particulares: ninguna.

Se me podrá preguntar para qué diablos hago esta descripción. Es que nada hay casual en este mundo de hombres. Hay un sueño que se le repetía mucho en su infancia: veía una niña , hecho curioso, era ella misma, la veía y la observaba como si fuera otra persona, recorría el altar mayor , lo observaba atentamente y nunca entendió, nunca le encontró significado a ese sueño recurrente durante mucho tiempo en su niñez. La observaba tratando de encontrar el sentido de sus gestos, de su mirada, de las palabras que murmuraba consigo misma. ¿Qué advertencia era aquello? Cada noche se acostaba con el temor del sueño. Ese sueño la atormento durante años todavía lo recuerda en su esencia misma, sin duda tenía algún significado que nunca logro descifrar, nunca logro encontrar ese simbolismo oculto. Tuvo de pronto que reconocer que la realidad podía empezar a deformarse sino concentraba  toda su voluntad para mantenerla estable. Como la chica del sueño concentro toda su voluntad en la realidad misma que la rodeaba. Con el decurso del tiempo dejo  de preocuparse por la cuestión. Muchos pensamientos la detenían, otros alentaban su ánimo para persistir en dicho afán. Más nada ocurrió. Siempre desconfiaba de aquello que no veía. Su propio yo de pronto empezó a cambiar, empezó de pronto a deformarse. Ella se llama Tormenta Ferrufino y esas tres palabras son la garantía que es algo, que existe, no solo por sus características físicas sino por algo muy profundo dentro de ella, esa esencia que nos mantiene  vivos, que es ella y no el Fontanero, no el tendero, no la vecina, no los abogados de junto.

Caminaba por las calles brumosas de ese pueblo y veía los rostros compungidos de algunos, burlones de otros, los asiduos visitantes del Parque donde los desocupados se ponían a arreglar el mundo y desarreglárselo a otros, lo cierto era que se reunían día a día a la misma hora en el mismo lugar.

Y mientras todos estos acontecimientos se sucedían, Tormenta vagaba por las calles recolectando plástico y  latas para poder sobrevivir y para sentirse ella misma, le habían cerrado todas las puertas para que pudiera encontrar un trabajo digno y ella se ayudaba con lo que recogía y comerciaba y con la ayuda que su amigo con el que había compartía la lucha diaria de cada día y a  quién ahora  veía por momentos y a quién acudía cuando el hambre la aplacaba, aunque dentro de ella quería seguir adelante por sí misma, ya había sobrevivido cinco años con lo que logro recuperar de su tiempo de trabajo, pero lógico no la habían dejado trabajar y el dinero se acabó. Tuvo ayuda de muchas personas que ni la conocían pero que le brindaron su mano a,iga cuando más lo necesitaba y se rebuscaba para generar ingresos.

Así acontecían los días, fue una tarde calurosa de un 23 de  febrero de 2014, cuando Tormenta venía de su trabajo, agobiada por el calor, por el cansancio y por las actitudes bajas y mezquinas de la gente del pueblo, por así decirlo, personas con trabajo y que pueden cubrir sus necesidades básicas sin pena de nada, cuando uno de los vagos que se concentran en el parque la insulto, mancillando su honor y su dignidad y ella indignada se defendió, el tipo brincó y profirió a insultarle, gente acostumbrada a buscar camorra y sin nada de hombría quiso agredirla, ella callo y le ignoró, el tipo estaba decidido a provocarla, muy macho él, alguien lo detuvo, no sé su nombre pero es persona conocida del lugar. No era la primera vez que la agredían, ya unos meses antes alguien le mando a dar de golpes, le dieron de garrotazos y hasta se la llevaron detenida, dejando a la agresora en libertad.

 La misoginia es algo que debería estar contemplado en la ley combatir pero a pesar de que se han creado Instituciones con las que se promueve el no maltrato a la mujer este se ha intensificado.

Ella segura de sí misma, consciente de que no le avergüenzan sus cicatrices sigue adelante, pervive diariamente, sabe que los pesares son la semilla que dará fruto en el futuro aunque ella no lo vea, una vida para ser vivida, una vida para ser sentida. En cuanto a las interpretaciones y murmuraciones, eso queda a conciencia de cada quién, esas murmuraciones sólo podían proporcionarle una especie de dolorosa diversión. Hay que obrar en consecuencia. En medio de la soledad y tristeza, se despertó en la madrugada del sábado, tras haber tenido un sueño que la sumergió en  lo más profundo de sus temores, encendió la luz y se dijo, si no somos nosotros mismos, al fin y al cabo estaremos perdiendo.

  • Autor: Tormenta Gris (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de junio de 2016 a las 19:53
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 34
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