Durante largos años
estuvimos ausentes el uno del otro
no sabíamos siquiera
de nuestra existencia.
Tu habitabas una tierra
árida y solitaria.
Yo volaba en un cielo gris
que siempre amenazaba tormenta.
Dos desconocidos
condenados a encontrarse; bendita condena
Tus palabras como alas de paloma,
puras y blancas,
planeaban por mi cielo.
Tus ojos llamaron a la puerta.
Abrí de par en par y te miré.
El roce de las pupilas la hicieron saltar.
Una chispa bastó
para encender tanto fuego
Mientras las llamas devoraban el colchón
el amanecer acunaba la noche
Una noche de vino y rosas.
Recuerdo que yo puse el vino ...
tú, los pétalos de rosas.
- Autor: carlos obeso ( Offline)
- Publicado: 13 de junio de 2016 a las 13:53
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 57
- Usuarios favoritos de este poema: Hija del mar
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