Detrás de la baranda
de los gruesos barrotes,
escrútanse las almas,
en la cárcel del pueblo.
Desnúdanse sus rostros,
sus miradas de asombro,
sus retinas capturan,
aquel fugaz momento.
Serenamente enfrentan
el implacable foco,
y la quietud se ha roto
en un instante, apenas.
Al compás inefable
de soledad y empeño,
unas cabezas, andan,
confinando silencios.
Lentamente el enigma,
del pudor, y la prisa,
les discurre la vida,
se ha detenido el tiempo.
Más allá, soterradas,
escaleras abajo,
otras almas esperan
que caiga su sentencia.
Hay tantos corazones,
que recorren secretos,
una ciudad dormida,
una aparente calma...
¡ cargada de misterio !
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.