Un día melancólico

José Antonio Vilela Medina

Y entro esa mañana por el ventanal
pavonada de aquel cuarto vetusto y pequeño,
un aire frio y húmedo que jamás había sentido
presagio tal vez que más tarde volcar en un papel
los sentimientos más tristes.


De carne viva su alma, su espíritu y su cuerpo
un dolor las palabras le hacían. 


Muy crecido el cabello y la barba tenía y desemperezar y levantarse
del lecho un gran esfuerzo le producía, se bañó y se vistió y ese
presentimiento que llega, encrespo hasta las más pequeñas fibras nerviosas.


Se acercó al abismo y al filo 
trémulo de miedo, el viento húmedo soplaba
y él ni un gesto ni un escalofrío.


Era uno solo con el abismo
las rocas, la tierra, el musgo, suyos eran,
un largo rato quieto estuvo
y el día era gris, gris como el ánimo que tuvo
todo el día.


Y otra vez ese viento frio y húmedo
reacciono y miro a lontananza agacho la cabeza,
su corazón palpitó con fuerza, cerró sus ojos,
frunce el ceño, tensa el cuerpo, aprieta los puños,
era el abismo y él, dio un respiro hondo y profundo,

se resignó y se alejó del abismo, de aquel abismo tortuoso y profundo

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