Estábamos juntos,
ella y yo,
en la inmensidad de la habitación.
Estábamos solos,
sin nada que decir porque ya todo fue dicho.
Nos mirábamos,
si hacíamos contacto visual apartábamos
la mirada hacia el techo,
el piso, una puerta,
o algún objeto.
Luego volvimos a hacer contacto visual,
sonreíamos y volvíamos a apartar la vista,
en todo momento sin decir nada,
inundados por la hermosa música del silencio.
Un silencio tan hermoso,
un silencio para nada incómodo,
es mas, era un silencio cómodo.
No teníamos nada que decir,
nada que objetar,
y no lo hacíamos.
Solo nos mirábamos
y aprovechábamos
la comodidad de nuestro silencio.
Comentarios1
Bello poema, el silencio tambien estremece el alma y basta a veces con callar pero la mirada dice aluganas veces màs que mil palabras.
Saludos poeta
Muchas gracias. Si tan solo los ojos hablaran...
Saludos.
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