¿Cuántas veces en el suelo
por mis vicios y pecados,
yo me hallé, Padre querido,
ofendiendo tu Deidad?
¿Cuántas Tú, sin yo pedirlo
te dignaste levantarme,
bien del lodo o la misería
en que mi alma se encontraba,
sin que luego me dignara
de decirte: ¡Gracias, Padre!..?
Fui cobarde y también débil.
Tú llevaste mis pecados.
Ciego y sordo te negué.
Mas hoy vengo arrepentido
por las penas que pasaste
sin que yo me percatase
que eran todas por mi bien.
A Ti mi Dios, Bien Amado,
sobre el suelo te dejé;
tuvo más amor la tierra
que arropó tu cuerpo débil
cuando con la Cruz a cuestas
te precipitaste en él.
Tu caída, Cristo mío,
nunca tuvo mi consuelo,
no fui yo el que del suelo
te ayudara a levantar.
Fue mi vida la que amabas
y eso sólo te empujaba
a cargar con el madero
y empezar a caminar.
¿Cuántas veces, Padre mío,
me has llenado de consuelo
y viéndome en el suelo
me has alzado a tu Verdad?
- Autor: José C. Pérez Adsuar ( Offline)
- Publicado: 6 de agosto de 2016 a las 06:25
- Categoría: Religioso
- Lecturas: 31
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