Aferrado al recuerdo de tus ojos
atravieso el misterio de los crepúsculos.
Entremezclo el sabor de tus labios
con las muchas llegadas y despedidas
de las mariposas y de las abejas.
A la soledad,
señora de todos los silencios,
la devoro con el eco de tus pasos,
que me llegan desde lo más
recóndito de la tierra.
¿Qué hora es en el reloj
que guarda tus palabras?
Abro mis brazos e imploro
que ahuyentes mis temores
con el fanal de las noches
de huracanes y tormentas.
Chiquilla de mis sueños,
olorosa siempre a
eneldo y a topacio,
no apartes el ancla de tus pupilas y
el sostén de las sandalias de tejón.
Bañado por esta sal lacerante,
siento el vaho del peligro que
se enreda en espumas y
en profundas
fieras mortíferas.
Entre mi cielo y la humedad,
solo veo el vacío,
tan extenso y abismal
como la ausencia de tu aliento.
No sé de donde,
pero en esta hora crucial,
feroz como Leviatán inescrutable,
a mi vida quiere entrar
una melancolía difícil,
maliciosa, atrevida
y terriblemente punzante.
- Autor: Samuel Santana ( Offline)
- Publicado: 12 de agosto de 2016 a las 09:52
- Categoría: Amor
- Lecturas: 47
- Usuarios favoritos de este poema: soki, Edmundo Rodriguez
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