Te fuiste, dejando una lágrima en mi mano
tan pequeña y brillante
como los distantes soles de la noche.
A los pocos pasos volviste los ojos
en vuelo de cabellos
para verme por última vez
y un cielo se abrió en ellos.
Explotó el universo en mi pecho
y mis manos vacías, se perdieron
huyendo, sin poder ir a tu encuentro.
El viento en una ráfaga
nos separó entre hojarasca fantasmal
mientras intentaba decir, sin poder
que te amaba y no podría
que la vida…, no sería
que no te fueras
que no me dejaras.
El viento, el mismo de hace tanto
seca mis ojos
en este mismo lugar
donde recuerdo
esa lágrima, que dejaste en mi mano
pequeña y brillante
como esos soles distantes en la noche.
- Autor: Esteban Couceyro (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de agosto de 2016 a las 10:51
- Categoría: Amor
- Lecturas: 37
- Usuarios favoritos de este poema: anbel, Beatriz Blanca
Comentarios2
Precioso.
Como la vida misma, querida amiga
Un abrazo
Esteban
Hermosamente triste, Esteban.
Me imaginé ese abrazo y esa lágrima brillando en la mano como diciendo adiós. Has logrado un ambiente y una proyección de los sentimientos de forma magnífica.
Felicitaciones, uno de los mejores poemas que he leído de ti.
Un abrazo querido amigo poeta, disfruta tu creación.
Me uno al comentario de Beatriz. "Hermosamente triste".
Un abrazo a ambos.
Cuantas veces el amor se malogra en despedidas tristes, como esas manos vacias huyendo del deseo...
Ya tengo muchas estrellas en mi cielo, mientras mis manos tientan vanamente en mis propias sombras.
Gracias por los inmerecidos elogios.
Esteban
Estimada Beatriz, hay despedidas que nunca son olvido y uno revive eternamente ese momento melancólico, donde la cobardía de las propias manos, no son capaces de aferrar el amor más allá de las circunstancias.
Gracias por la generocidad de tu comentario.
Esteban
Estimada Beatriz, hay despedidas que nunca son olvido y uno revive eternamente ese momento melancólico, donde la cobardía de las propias manos, no son capaces de aferrar el amor más allá de las circunstancias.
Gracias por la generocidad de tu comentario.
Esteban
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